DESPERTAR DEL CONFLICTO SIN NOMBRE

Conversando con algunas mujeres de mi generación, descubrí que existe en algunas de ellas un conflicto en común. Guardar silencio es la consigna, preferible no hablar del tema puesto que se trata de permanecer encerradas en un laberinto sin salida que les origina confusión y desánimo, depresión y vergüenza.

Lamentablemente fuimos formadas para que pasada la adolescencia y gran parte de la juventud una vez cumplida la gran misión para lo que fuimos entrenadas, no tuviéramos previsto ningún estándar prefijado de nuestro propio futuro, o sea cuando ya entráramos en mujeres adultas a un paso de convertirnos en maduras, el proyecto de vida programado se esfuma y la etapa a la cual habíamos sido encuadradas estaba superada, ampliamente desempeñada y resultando la misión cumplida a la perfección.

La pregunta extraña y peligrosa era: ¿Y ahora, cómo sigo mi vida? Cuando despertaban los años jóvenes, el mañana siempre se hacía presente pero muy lejos de imaginarnos que queríamos ser en realidad con el correr del tiempo y por tal motivo obviábamos pensar en él porque nos parecía de por más lejano.

La cultura establecida fijaba ya una meta insoslayable que debíamos cumplir inexorablemente como destino prefijado por nuestras biologías: ser esposa y madre, de esto que estoy poniendo como ejemplo no trata de hace mucho tiempo atrás. Lo importante para nuestras familias resultaba ser terminar la secundaria, pero hablar de facultad resultaba bastante desacostumbrado.

Resolver entre la decisión de definir como un sueño paradójico, seguir una carrera universitaria nos demandaría un tiempo completo de dedicación con el ánimo de llegar a ser a la brevedad una profesional autónoma al servicio de la sociedad y con una independencia económica sustentable, de lo que pudiera ser conformar una familia arquetipo al servicio de lo que involucra lograr una de las más altas jerarquías sociales con el soberano título “Ama de Casa”, y administradora eficiente del ingreso que aportaba su cónyuge, este contexto de vida resultaba ser una dificultad de elección para lograr ambas orientaciones.

Mirar el entorno de esos años jóvenes reflejaba un solo camino a seguir, el hogar, las compras, los niños, el marido, la escuela, el tejido y la cocina resultando ser una  afamada chef al servicio de comensales que no siempre coincidían ni con el hambre demandante, ni en los tiempos de sentarse a devorar en pocos minutos lo que tal vez nos ocupara gran parte del día guisar, para luego correr a cumplir con otras obligaciones inmediatas no muy habituales, como gimnasia, idioma, música, etc.

Durante décadas sobre este tema se escribieron y se escribe de la mujer una sola revelación, en cualquier tipo de los diferentes patrones editados tales como revistas, periódicos, y artículos con suplementos femeninos, etc., el objetivo final era y es demostrar la perfección de la mujer como esposa y madre sumadas en la actualidad al culto narcisista y superficial al servicio de frivolidades exteriores reflejando en un espejo quimérico una imagen concreta de cómo se llega a ser una mujer ideal,  siempre encauzado por la invisible mano de quienes nos vacían el cerebro de cualquier pensamiento humano que pueda llegar a distorsionar esta falsa musaraña y desviar de este camino fijamente establecido en la sociedad de consumo permanentemente actualizada.

Desde épocas remotas siempre se oyó y se institucionalizó el sofisma de Freud de que: “una mujer no puede desear nada mejor que seguir un destino a la sublimación de su propia feminidad”. Es decir la teoría presentada como incuestionable es freudiana, la feminidad es concluyente y bastante complicada para lograr desembarazarse de ella, la venimos arrastrando de generación en generación afirmadas en una cultura impuesta por hábitos de la época y como práctica ejercida por la falocracia imperante.

Tal vez les resulte a veces reiterativa en las disímiles conclusiones, pero resulta ser que de este origen resulta la subordinación y  que se atomizan las consecuencias de los diferentes desenlaces de dependencia.

Los especialistas en temas femeninos en su totalidad varones se esmeraron para explicar la forma de conquistar a un hombre, como alimentar y vestir a un niño, cómo comprar una máquina lavaplatos a crédito, una lavadora automática, amasar pan casero, cómo vestirse para aparentar más seductora y ser femenina para aportar más atractivo a la vida conyugal, como prolongar lo más posible la vida sexual de su marido, etc.

Todo estaba y está relacionado orientado en función del otro y hacia el otro despojándola de su propio valor y gusto personal, a pesar de afirmar que a muchas personas esto que digo no les agrade, la mujer a la que me refiero es una mujer netamente masculinizada, como lo he manifestado en otros resúmenes, que sirve al gusto íntegramente masculino aplicando que en los desfiles de modas, las modelos lucen vestidas por modistos de alta costura en la mayoría hombres y en muchos casos gay que nadie mejor que ellos para saber el gusto resultante orientado a un mercado por su propia inclinación.

Antiguamente a la mujer se le imprimió severamente la creencia de cómo lamentar la existencia de aquellas mujeres consideradas neuróticas, desgraciadas y carentes de feminidad que pretendían ser escritoras, médicas, científicas, políticas o cualquier otra función fuera de su origen biológico y de rótulo sobresaliente denominada: “Amas de Casa” por la que habíamos sido creadas por un dios inventado con utilidad para lograr encasillar nuestra naturaleza con un solo fin, el claustro hogareño.

La cultura a la que teníamos que estar sujetas inexorablemente por expreso mandato divino impedía salir de ese parámetro puesto que implicaba trasgredir las normas vigentes que inventaba a la mujer, ser mujer.

El conflicto silencioso sigue carcomiendo el ánimo de las mujeres, está latente desde hace muchos años y aún vigente en nuestros días cuando conversando por internet con algunas personas inclusive de diferentes lugares del mundo me plantean ese conflicto existencial común sin saber como solucionarlo o donde exponerlo para encontrar el camino correcto y  terminar con ese estado de ánimo que las ha llevado en muchos casos a refugiarse en el alcoholismo, la drogadicción o llegar hasta el suicidio, según estadísticas ampliamente comprobadas de información recopilada sobre el tema, del cual poco se habla.

Pareciera entonces que el patrón del problema es mundial, histórico, étnico y endémico.

Este contenido que expongo con tantísimo cariño y énfasis a disposición de quienes quieran lograr un mundo compartido respetando los espacios de cada persona y no dividido en sectores o bandos, tiene pocas publicaciones pero no por eso pocas personas buscando el rumbo que les permita modificar y mejorar su calidad de vida.

Esto lo demuestra que a medida que la vida pasaba en aparente normalidad, asomaba por momentos un cuestionamiento inesperado con el correr de los años, ¿será la menopausia? Interpelación que planteaban de antemano al ginecólogo,  porque terminaba la jornada hogareña descansando al lado de su marido y viendo tal vez por televisión un partido de fútbol.

Surgía una continuada pregunta: ¿esto es todo? ¿Que pasa dentro mío que me siento tan insatisfecha? Comenzaba a manifestarse en su interior un estado de inquietud desconcertante, ansiedad, descontento, desasosiego, mal genio, insomnio a pesar del cansancio por la rutina diaria, frigidez, desencadenando toda esta nueva etapa en un principio de depresión incomprensible ¿Cuál era el problema que origina este estado, si todo estaba en aparente orden? Seguida a las preguntas, surgía la inevitable respuesta: “mi familia goza toda de buena salud, nuestra situación económica es buena, los hijos salieron todos inteligentes, estudiosos y excelentes hijos”, pero ese argumento no bastaba para satisfacer su propia interpelación que le provocaba ese estado de ánimo tan impreciso. Mujeres de mi amistad estaban radiantes con la vida que llevaban, recapacitaba conmigo misma. ¿Qué clase de mujer soy yo, si no soy capaz de comprender ni sentir esa misteriosa satisfacción de encerar el suelo de mi cocina?, ¿fregar calcetines, planchar un cúmulo de prendas familiares, quitar el polvo de los muebles, etc., resultaba ser entonces humillante?

Me sentía avergonzada de tener que admitir mi descontento, lo que no sabía era que a otras mujeres les estaba pasando lo mismo. Ni siquiera los psicoanalistas tenían un nombre para definir tal contrariedad, puesto que buscaban la consecuencia de ese estado incomprensible en la infancia o en el pasado, cuando la debían buscar en el presente.

En reunión de mujeres maduras, una de ellas arriesgándose a no ser comprendida por el resto, alegó en forma confidencial a las comensales su insatisfacción frente a la etapa que estaba transcurriendo en su vida, súbitamente se dieron cuenta de que todas sentían en mayor o en menor escala que estaban pasando por la misma situación personal, todas asumían compartir una misma década,  pero afirmaban pasar por un problema el cual no podían definirlo en una palabra concreta, porque aglutinaba diferentes estados de ánimo al mismo tiempo.

¿Cuáles son en realidad las palabras que emplean las mujeres cuando intentan expresar el famoso problema? Según investigación de un integral estudio realizado oportunamente, algunas mujeres lo describen así: “me encuentro vacía”…“en cierto modo incompleta”… o “me parece como si no existiese”.

A veces cuando acudía a un médico su único manifiesto era de quejarse de algún vago síntoma que escasamente podía explicar como: “un estado de cansancio que no sé cómo definirlo”…, me enfado tanto con mis hijos que me asombra, siento ganas de gritar sin motivo, no tolero que mi marido se me acerque, y no se trata de definirlo como una alergia producida por los artículos de limpieza, ni creo que se alivie con productos antibacterianos por así decirlo de una forma peyorativa, pero estoy segurísima que en la actualidad lo atribuirán a un virus desconocido, el cual no existe aun medicina alternativa para erradicarlo.

Igual que los condenados, las mujeres que desempeñan el papel exclusivo de “mujer, ama de casa” cuando así debemos llenar en algún formulario de rutina que nos requiere llenar un ítem denominado “profesión”. Terminan sintiéndose excluidas del mundo, encerradas dentro de su propio hábitat y ajenas a los conflictos reales de la humanidad. Al parecer una buena cultura encasillaba a este tipo de personaje porque debía ser el ideal de mujer como estereotipo ejemplar de tener capacidad de comprender el valor de todo, pero a excepción de su propia autoestima totalmente deteriorada y casi desaparecida.

De acuerdo a la mística de la femineidad la mujer no tiene otra forma de crear y de soñar en el futuro que solamente valorar la obra de su pasado y sin poder elaborar la proyección de un mañana.

Si es que la pudo cumplir tal cual las sancionan las normas vigentes, deberá obligadamente a sentirse realizada, sino será una persona con un alto grado de frustración por el resto de su vida, encasillada en una infertilidad que la hará sentir condenada al fracaso como persona y cargando con el pesado rótulo de “mujer estéril” y aquí estoy exponiendo en exclusiva a la mujer casada, tal vez debería dedicar otra síntesis para aquellas que decidimos no contraer matrimonio y todos sus respectivos derivados del mismo.

La mujer se convierte entonces en una persona pasiva, sonriente y vacía, con limitadas expresiones en temas globales, pero con amplios conocimientos sobre las mejores marcas de lavavajillas.

Reformulamos entonces la pregunta pendiente, ¿significa esto que hemos llegado al final del camino? ¿Existe una discrepancia creciente entre este tipo de mujer encasillada únicamente en su origen biológico como único destino y la realidad de su condición humana íntegra, con inteligencia, creatividad y pensamientos propios no son aplicables? Debemos cada una darnos la respuesta.

El cansancio que sienten las mujeres ante este modelo, puede ser el síntoma más alentador del desprendimiento entre este tipo de mujer insatisfecha, con la mujer que logra independencia para ser una existencia humana consumada e integra.

¿Qué sucede cuando las mujeres forman su mentalidad de acuerdo con el modelo que les hace negar la realidad de este mundo cambiante?, me lo he preguntado más de una vez, y la respuesta es siempre la misma, nos damos cuenta que si hubiera una intervención inteligente de nuestra participación por derecho, la visión de la vida sería totalmente diferente, esto podemos afirmarlo. Tal vez las multinacionales fabricarían más confites que armas químicas.

Cuando estos Frankentein no tengan ya el poder de controlar a la marioneta femenina que han creado como extraordinario destino implícito por su anatomía, será porque las mujeres logramos incorporar un pensamiento nuevo y propio, pudiendo conseguir desarrollar plenamente la potencialidad de persona completa y no exclusivamente un elemento sexual de procreación.

Necesitamos en forma perentoria definir un nuevo modelo que la ayude a encontrar su propia personalidad y su propia voluntad de definir su providencia.

Debemos comenzar hablando abiertamente del “síndrome del ama de casa”,  de ese sentimiento de culpabilidad por insatisfacción que se viene acumulando dentro de ella, de ese sufrimiento de tener que reprimir un sentimiento genuino de cansancio por el automatismo de una rutina agobiante.

En una sociedad de consumo existen para una familia tipo estadísticas que marcan cabalmente el consumo promedio de electrodomésticos, el uso promedio de prendas de vestir, y todo lo que implica gastar en vida en forma conjunta o individual, todo está fríamente calculado.

Creo que nunca se efectuó una estadística de tiempo real en que una mujer emplea en su subsistencia como “ama de casa” en pelar papas, picar cebollas, cocinar pimientos, guisar arroz con pollo, limpiar y encerar pisos, tender camas, lavar platos, y todas las sin fin de tareas que realiza para confort y bienestar de su familia, hasta el momento en que la dependencia de los hijos se de por finalizada o su conyugue fallezca, o la abandone por una mujer más joven como suele suceder.

Por rara coincidencia casi el 90% de las mujeres de mi edad o aproximada están hoy separadas en el entorno social en que me manejo y muchas de ellas con destinos inciertos por ser dependientes del menudo ingreso que puedan suministrarle los hijos en los casos que se hacen cargo en forma relativa o que el Estado le proporcione la magra jubilación de “ama de casa”, siempre y cuando reúnan  los requisitos necesarios e indispensables como para poder obtenerla habiendo cumplido 60 años, de lo contrario la mujer se encontrará librada a la buena de dios y en situación extremadamente crítica para conseguir trabajo, para obtener un sustento elemental y estos casos los estoy planteando desde Argentina, no se como se darán en otros países.

Pero volviendo al tema en cuestión, lograr al fin esa espléndida sensación de alivio que se experimenta al exteriorizar el problema e identificarse con otras mujeres en una misma situación, despeja de sus pensamientos el hecho que no es el único ejemplar inhumano e ingrato con la vida por reconocer el hartazgo de la rutina, son los signos más claros de una próxima liberación del fantasma que la venía oprimiendo y abusando durante incontables años, escondido tras un dictamen de obligación en un sin fin de tareas que debe realizar en forma diaria como sostén insustituible de todo hogar a costa de su propia dejadez y abandono de su persona, de su anulación como ser independiente y pensante, de sentirse un utensilio más e infaltable en el hogar como lo es un jabón de tocador, un cepillo de dientes o una lustra aspiradora,  luego de tanto tiempo ya da lo mismo si está gorda o anoréxica, si su cabello está desprolijo o su vestido está deslucido, mientras que todos los componentes de su familia, estén aseados, luzcan impecables y bien comidos para salir al mundo exterior a desempeñar las diferentes funciones  es suficiente felicidad para ella, es en realidad un total anacronismo.

Bien podemos decir en estos tiempos todo está muchísimo más aliviado por la tecnología, pero no dejamos por ello estar pendientes del reloj automatico del lavarropas, el microondas, las ollas Essen, etc., y siempre seguimos viviendo atentas de un tiempo ajeno.

Llegado a determinada etapa la mujer comienza a sentir esa sensación extraña e indefinida, los hijos crecieron y tomaron sus propios caminos, algunos en la facultad tal vez lejos del hogar, otros se casaron, el marido pronto a jubilarse se reúne los fines de semana con sus amigos, inclusive algunos que conserva de la época de estudiante para arreglar el mundo que desarreglaron sentados bebiendo cerveza en la mesa de un bar o en un club de barrio jugando bochas, y ella queda sola en casa, dando vueltas sin saber que hacer por haber renunciado a su vida social a partir de tener hijas o hijos recién nacidos y su crianza.

La desvinculación del mundo exterior es lo que no acepta y no sabe cómo recuperarlo. En la vida ahora es todo más funcional, por consiguiente más rápido, se llama al delivery a domicilio pidiendo pizza, las hijas o hijos se van a bailar, la televisión cansa, el marido llama avisando que cenará en el club con los amigos porque siempre hay alguna excusa para no regresar temprano a casa y ella sigue con un tiempo que no sabe cómo emplear, ni en qué emplear.

Sin amigas porque todas se dedicaron a lo mismo, y ese sinsabor de no saber que hacer es lo que la desconcierta, ¿en que emplear el tiempo ahora? ¿Si todo luce impecable? ¿Qué hacer con mi soledad?
Esta será una respuesta que debemos darnos cada una en particular, los horizontes de la vida son amplios, los caminos para lograr nuestra recuperación en la sociedad son infinitos, de nada sirve llorar nuestra propia desventura, comencemos a ser personas independientes sin temores y buscar nuestra propia identidad, aún hay tiempo para ello.

Cuando algunas mujeres no necesiten vivir más una vida parasitaria a través de los esposos e hijos, los hombres no temerán al amor conyugal definitivo ni a la fortaleza de las mujeres, no precisarán de la debilidad de ellas para demostrarse así mismos su masculinidad de superhéroes.

Podrán finalmente verse las unas y los otros tal como son un complemento irreemplazable para la continuidad de la vida. 
Este pudiera ser el paso próximo en la evolución de la humanidad, sin supremacías dominantes.

¿Quién sabe lo que las mujeres podrán llegar a ser cuando, finalmente sean libres de ser ellas mismas? ¿Se animarán a enfrentar ese desafío que el mundo necesita imperiosamente?

¿Quién sabe cuál será la contribución de la inteligencia femenina cuando pueda ser formada sin tener que someterse a un patrón social arbitrario?

¿Quién sabe cuáles pueden ser las posibilidades del amor cuando los varones y las mujeres compartan no solo los hijos, sino también el hogar con los quehaceres domésticos, el jardín, el mercado y todo lo que atañe llevar adelante una familia.

La plena realización de su papel biológico también la tiene el varón y debe asumirla no encasillada, sino con las responsabilidades y el apasionamiento por el trabajo que crea el futuro de la humanidad en el hogar y con el pleno conocimiento de quienes son cada uno en su rol genuino.  

La búsqueda de la propia personalidad hecha por la mujer, ha empezado a asomar apenas y no esta muy lejano el momento en que las voces de la mística de la feminidad ya no podrán ahogar su voz interior que impulsa a la mujer a individualizarse y convertirse en una existencia humana completa.

©María Cristina Garay Andrade©
Monte Grande – Buenos Aires - Argentina



Bibliografía Consultada: Mística de la Feminidad – Betty Friedan (1974)