MATA HARI
(Margaretha Geertruida Zelle; Leeuwarden, Países
Bajos, 1876 - Vincennes, Francia, 1917) Bailarina y espía holandesa. Aun
contando con antiguos y numerosos precedentes, la Primera Guerra Mundial supuso el impulso
definitivo y la consolidación del espionaje gubernamental. Bajo una
organización perfectamente reglada y supervisada por los estados, se
perfeccionaron los sistemas de comunicación cifrada, se extendieron amplias
redes de agentes y aparecieron las primeras figuras legendarias. Percibido como
aventura en que la habilidad y el peligro iban parejos, el espionaje de aquella
época ha proyectado una imagen romántica que a menudo, como en el caso de la
mítica Margaretha Geertruida Zelle (Mata Hari), esconde el final trágico y la
reducción a meros peones de sus protagonistas.
Mata Hari en una actuación en París (c. 1910)
Nacida en 1876 en la ciudad holandesa de Leeuwarden,
Margaretha Zelle vivió hasta los dieciocho años en el seno de una familia
acomodada, recibió una educación cristiana y se preparó para ejercer la
profesión de maestra. Pero en 1895 contrajo matrimonio con un oficial del
ejército colonial holandés, Rudolf Campbell Mac Leod, y la joven Margaretha
acompañó a su esposo cuando fue destinado a Java y Sumatra. Allí aprendió las
exóticas danzas folclóricas balinesas, y tuvo al parecer dos hijos, uno de los
cuales murió envenenado por su niñera.
Tras divorciarse a los cinco años de matrimonio,
probablemente a causa del alcoholismo de su marido, regresó a Europa y se
estableció en París, donde inició una nueva vida en los salones y casinos de la
Belle Époque, explotando su natural y provocativa belleza, su atrevimiento para
aparecer semidesnuda en los escenarios y su conocimiento de los sensuales
bailes malayos, que ejecutaba con total desenvoltura. Margaretha Zelle adoptó
como nombre artístico Mata Hari, que literalmente significa «ojo del día» en malayo,
es decir, «sol». Al cabo de algunos años, aquella atractiva bailarina de danzas
hindúes y javanesas había pasado de los sórdidos tugurios a los lujosos
cabarets y teatros, hasta convertirse en mito sexual de los escenarios
parisinos y en cortesana de lujo. Ello le permitió entablar numerosas
relaciones con personas pertenecientes al estamento militar.
Lo ocurrido a partir de entonces sigue siendo dudoso.
Al parecer, tales contactos llamaron la atención del Estado Mayor alemán, y en
la primavera de 1916, el cónsul alemán en Holanda empezó a ofrecerle
importantes sumas de dinero a cambio de información. Pero en verano de 1916, la
bailarina aceptó asimismo convertirse en espía, al servicio de Francia, en la
Bélgica ocupada por los alemanes. Convencidos de su condición de agente doble,
los servicios de espionaje británicos alertaron a las autoridades francesas,
que la sometieron a estrecha vigilancia; el 13 de febrero de 1917, Mata Hari
fue detenida en París.
Tras un juicio sumarísimo en el que no llegaron a
presentarse pruebas concluyentes, Mata Hari fue fusilada en la fortaleza
parisina de Vincennes el 15 de octubre de 1917; antes de morir se despidió de
los soldados del pelotón agitando la mano elegantemente. La negativa del Estado
francés a desclasificar la documentación de su proceso transcurridos los
cincuenta años de su muerte dejaría sin esclarecer multitud de aspectos, y ha
contribuido a mantener una aureola de misterio en torno a su figura; pero pese
a su posible inocencia, que proclamó durante la causa, Mata Hari acabaría
pasando a la cultura popular como prototipo de «femme fatale».