EL NUEVO DESPERTAR DE LA DIOSA

INVESTIGACIÓN Y ORIGEN - 1ª Parte

En características de la actual situación por la toma de poderes en diferentes categorías de funciones sean políticas, magistradas, presidentas de una empresa, etc. las mujeres somos hoy más poderosas y sobresalientes socialmente que en la antigüedad no muy lejana. Un símbolo maravilloso de una nueva energía es el paradigma de la Gran Diosa: la divinidad expresada como la Sagrada Feminidad.

En un principio, las mujeres quisieron aplicar el feminismo a la política y también a la economía porque podemos decir que a partir de la Revolución Francesa en 1789 las primeras defensoras del sufragismo fueron las impulsoras de una nueva generación de mujeres en el terreno público y el derecho a elegir y ser elegidas, ahora desean aplicarlo en todas los espacios de jurisdicción que no son pocas inclusive en la vida consagrada.

La razón radica en la necesidad de recuperar el poder femenino, mientras las personas sigamos visualizando a dios como una figura masculina, las mujeres seguiremos siendo disminuidas, desventajosas y subordinadas al poder masculino absoluto.

Durante milenios las mujeres hemos absorbido e interiorizado de generación en generación esta cultura de sumisión e inferioridad,  este auto desprecio, muchas veces de manera inconsciente debido a la incorporación de formaciones culturales antediluvianas. A medida que la mujer alcanza niveles más altos de educación, investigación e independencia económica, y a medida que se esfuerza por asumir el liderazgo, comienza también a descartar la noción absurda de un único dios exclusivamente como divinidad masculina.

La memoria colectiva de la Diosa comienza a despertar nuevamente ahora, cuando millones de mujeres reconocen su poder, aprenden por  solas a ejercerlo, se liberan del dominio masculino y canalizan sus energías y su creatividad hacia la mutación del mundo inmerso en una grave emergencia en la que se halla expuesto.

Como preservadoras y generadoras naturales de vida este mundo es evidente que queremos cambiarlo y la única forma de lograrlo es con la toma de poder y compartirlo unánimemente con el varón, dando dar otra visión a la vida y lograr otras formas de supervivencia o mejor dicho transformando de una vez por todas la cultura hegemónica y misógina (Del griego misogýnes, y este de miséo (yo odio) y gyné (mujer)) en un camino de amor y vida compartido sin supremacías.

Bien sea que una mujer abrace cualquier religión tradicional o la espiritualidad de la Nueva Era, la teología de la Diosa refuerza el sentido de poder personal al despertar en ella la confianza en  misma, la elevación de su propia autoestima y el sentido de pertenecerse manejando su capacidad de inteligencia con independencia por su amor propio.

La Diosa está relacionada con el cuidado, la veneración a la tierra, a su medio ambiente y a la preservación de supervivencia de su creación. ¿Por qué su imagen surge de nuevo ahora?, ¿es que  la humanidad busca dejar atrás el espectro de la guerra y curar las heridas del planeta tierra? Hasta los sectores más fanáticos y dominantes masculinos deben reconocer los valores de la Diosa como la cooperación y la creatividad, destinados a promover la vida, son vitales para la resistencia de la especie humana. La Diosa influye sobre toda la humanidad.

El pensamiento de la Diosa desafía la teología, reinterpreta la arqueología y transforma la historia de Él por la de Ella.
Aunque muchos eruditos encuentran el origen del renacer de la Diosa en el campo de los “estudios femeninos”, en la actualidad es algo que cobija la historia, la mitología, el folclor, la literatura, la sociología y el arte moderno, en todos ellos aparece esa inusual figura.

“El culto a la Diosa ha existido durante milenios”... pero textos teóricos sobre la religión  y la existencia de la Diosa fueron desapareciendo y la inundación de libros de un Dios monoteísta y el debate cada vez más intenso acerca de la inclinación hacia lo masculino en la teología de los credos tradicionales, han dado lugar a toda una concentración de creyentes que se inclinaron hacia ese reconocimiento, y no resulta fácil revertir esta situación ya que lleva establecida por millares de años en las culturas como expresé anteriormente puramente de dominio patriarcales.

En los círculos académicos, la fuerza de la tendencia de la Diosa radica en que ha llegado hasta los sectores más populares de la sociedad y resulta casi imposible detenerlo. Hay muchas personas que incorporan calladamente en sus vidas y sin casi darse cuenta la teología de la Diosa a través de la lectura y el culto personal, de la adoración y veneración, del rezo diario y el santuario casero con su imagen adornada de flores y velitas. Se trata de ELLA y sus apariciones permanentes, que se pueden creer o no.

Tenemos por seguro que su resurgir es innegable, debemos aceptarlo como un movimiento mundial que no se atreve a decirle Diosa a pesar de rendirle culto con la más ferviente creencia y devoción, pero los altos mandos clericales se niegan casi rotundamente a su reconocimiento como tal,  puesto que eso implicaría compartir indiscutiblemente ese poder dominante que vienen ejerciendo con tiranía.

A Ella le levantamos altares pues se nos aparece cada día con más frecuencia en diferentes lugares del mundo, arrasa multitudes de creyentes para rendirle culto, realiza milagros, cuenta con sus propias oraciones y sus propias canciones, distribuye bendiciones, imparte mensajes para ser leídos con el devenir de la historia, la mayoría de las o los adoradores tenemos su imagen en los hogares, en las agendas, en los portafolios, en las carteras, en los libros, pero aun no nos atrevemos a llamarla por su verdadero nombre “DIOSA”, pues implicaría una revolución teológica nada simple de reconocer por los que durante siglos nos llevan contado una falsa historia de dioses monoteísta exclusivamente masculinos.
Sus apariciones son innegables para el mundo católico e increíblemente sin competencias similares por lo menos en el resto de las religiones, que niegan rotundamente el espacio ocupado por la parte de la humanidad femenina.

Una versión casi silenciosa y de muy poca divulgación del último Papa fallecido Juan Pablo II fue un tema que le quedó pendiente, ya que su voluntad era proclamarla Redentora y eso hubiera sido ponerla a nivel de su Hijo Jesús proclamado Redentor.

Visible interpretación real de la mujer como divinidad fueron las palabras de : 
Frances Croake Frank

Dijo la mujer
al tenerlo por primera vez
en la penumbra del establo de Belén
después del sufrimiento, del sangrar y del gemir:
"Éste es mi cuerpo. Ésta es mi sangre"
Dijo la mujer
al tenerlo por última vez
bajo la llovizna en la cima del Calvario
después del sufrimiento, del sangrar y del morir:
"Éste es mi cuerpo. Ésta es mi sangre"

Y está muy bien que lo haya dicho entonces
porque ancianos secos
disimulando su infertilidad
bajo ropajes morados
le ordenan que no lo diga... por ahora...

UN POCO DE HISTORIA ARQUEOLÓGICA DE:
MARIJA GIMBUTAS

Las militantes del feminismo político que buscan la igualdad en el mundo de las posibilidades humanas, el desarme, el fin de las injustificadas guerras, la recuperación del equilibrio ambiental y otras intensas luchas para lograr la supervivencia del planeta, con el tiempo se encontraron frente al mismo argumento lleno de mordacidad: “Siempre ha sido así. Es la naturaleza humana”. En el siglo XXI, una nueva generación de feministas con testimonios más valederos y me incluyo, plantea un argumento para negar esa afirmación: “No siempre ha sido así”.

Los argumentos arqueológicos posteriores a la segunda guerra mundial hablan de una sociedad prehistórica pacífica, notablemente avanzada y agrícola, en la cual el culto a la Diosa era generalizado y en la cual hombres y mujeres vivían en armonía sin que ninguno de los dos dominara al otro.

Esta civilización floreció en lo que hoy es Turquía y el Oriente Medio y llegó hasta Francia por el occidente y hasta el sur de Polonia por el norte.
Esta visión se asocia con Marija Gimbutas, profesora de origen lituano, que ha dedicado la mayor parte de su carrera a recoger testimonios sobre la Diosa. 
Gimbutas sabía de mitología y folclor, leía mas de 20 idiomas europeos, veterana de cinco excavaciones en Europa, escribió veinte libros y doscientos artículos sobre el tema.

La descripción que hace del período neolítico en la que ella denominaba la “antigua Europa” fascinó a personas de todas partes del mundo.
La mayoría de las esculturas neolíticas europeas representaban el cuerpo femenino. En un principio se pensó que las miles de estatuillas de mujer, algunas de las cuales se remontan hasta 3000 a de J.C., eran arte erótico. Gimbutas contradijo esa conclusión, afirmando que eran figuras de la Diosa destinada al culto.

Además afirma, los devotos de la Diosa vivían en una sociedad pacifica:
No se hallaron armas, terraplenes o estructuras defensivas entre el 7000 y el 3000 a. De J.C. en el sudeste de Europa, y tampoco desde el 4500 al 2500 a. De J.C. en el occidente del continente.

“La ausencia de fortificaciones y armas es prueba de la coexistencia pacífica de esta civilización igualitaria”, escribe Gimbutas. Los antiguos europeos construyeron casas cómodas y templos en aldeas escogidas por la belleza de su entorno y no por su posición estratégica.
La investigación de Gimbutas deja sin piso el estereotipo del habitante primitivo e incivilizado del neolítico.

La antigua Europa había descubierto la agricultura, domesticado animales e inventado los tejidos, los utensilios y la cerámica, dice: En las vasijas de cerámica que se han podido recuperar aparecen pinturas que representan a la naturaleza y el culto a la Diosa. También existía una forma rudimentaria de escritura.

Claro está que la polémica teoría de Gimbutas tienen sus críticos. Algunos académicos se muestran ascéticos. Aunque admiran sus conocimientos y el cúmulo de testimonios que aporta, cuestionan tanto sus suposiciones como sus conclusiones.

La respuesta de Gimbutas es que la mayoría de los arqueólogos prefieren concentrarse exclusivamente en su propio material. Aterrorizados ante la posibilidad de extraer conclusiones, pierden toda capacidad de sentir e intuir. Lo que realmente molesta a los críticos, concluye, es que su análisis incorpora una perspectiva espiritual, uno de los principales tabúes de la arqueología.

Una de las afirmaciones más revolucionarias de Gimbutas es que las verdaderas raíces de la cultura occidental están en la antigua Europa y no en la antigua Grecia y Roma, civilizaciones que florecieron miles de años después. “Apenas comenzamos a descubrir la distancia que nos separa de nuestro auténtico legado europeo: una cultura no violenta y centrada en la tierra”.

LA REVOLUCIÓN DEL PATRIARCADO 

Hacia el año 4200 a 4300 a. de J.C., la sociedad que veneraba a la Diosa cayó víctima de una agresión masiva proveniente del oriente. Una enorme oleada de guerreros poderosos – a quienes Gimbutas denomina “kurganos” – cruzó Europa, proveniente de las estepas rusas. Montados a caballo y armados con espadas, estos guerreros impusieron su superioridad militar a los antiguos europeos indefensos, cuyos hogares, templos y civilización fueron destruidos. La última invasión kurgana, un holocausto de violaciones, saqueos y destrucción, ocurrió hacia el años 3000 a. de J.C.

Con la destrucción de antigua Europa, “se truncaron unas tradiciones milenarias” – escribe Gimbutas -. “Pueblos y aldeas se desintegraron y, junto con los templos, frescos, esculturas, símbolos y escrituras, desapareció también una magnífica cerámica pintada.

El contraste entre los kurganos y los europeos se aprecia muy bien en el título del libro de Riane  Eisler.

El cáliz de la antigua Europa, símbolo femenino, fue suplantado por el “poder letal de la espada”, venerada por los invasores.
“El poder para tomar la vida en lugar de darla” – escribe Eisler – “es el poder último para establecer e imponer la dominación”.

“La ideología kurgana... exaltaba a unos dioses viriles y guerreros, habitantes de un cielo brillante y  atronador” – escribe Gimbutas – (...) La daga y el hacha son símbolos predominantes de los kurganos, quienes (...) glorificaban el poder letal de la afilada espada”.

Los kurganos redujeron a la Gran Diosa, dadora de toda la vida, al estado de consorte, objeto de amor o esposa subyugada. En su lugar surgió un panteón de dioses masculinos de la guerra, representados con frecuencia por sus armas. Los jefes guerreros que gobernaron esta sociedad violenta eran enterrados con sus armas.

“Armas, armas, armas” – dice Marija Gimbutas -. “Es realmente increíble pensar en los miles de kilos de dagas y espadas de la Edad de Bronce que se han descubierto. Fue un periodo de crueldad”.

Los débiles remanentes de la antigua Europa se integraron a este nuevo matriarcado, pero acabaron por desaparecer.
“La caída del imperio Romano, el oscurantismo, la peste, la primera y segunda guerra mundiales y todos los demás períodos de caos (...) no son nada en comparación con lo que sucedió en ese entonces”, escribe Riane Eisler. Tras milenios de retroceso cultural y espiritual, hubo una chispa de humanismo en la antigua Grecia. Pero, según Gimbutas y Eisler, esa chispa, a la cual atribuye su origen la cultura occidental, nació del culto a la Diosa de la antigua Europa.

Cabe preguntarse cómo fue que un principio tan poderoso se perdió o cayó en el olvido. Si la hembra da la vida, ¿no sería natural asociarla con la divinidad? Puesto que la vida es un verdadero milagro y es concebido por una mujer.  El planteamiento es que con anterioridad a la historia conocida existía una sociedad avanzada y pacífica de adoradores de la Diosa. La cual fue destruida por una cultura masculina y violenta. Ese brutal patriarcado aniquiló el concepto de la Diosa y obligó a la gente a ver a dios como una figura masculina.

La causa de la caída de la Diosa radica en tres nociones:

1) un dios masculino creador del mundo;

2) los seres humanos tienen derecho a dominar la naturaleza, y

3) los hombres tienen derecho a dominar a las mujeres.

Estos supuestos están tan arraigados en el inconsciente que, rara vez había sido puesto en tela de juicio.

La nueva visión tridimensional de la historia que respaldan las mujeres es:

1) en el principio existía la Diosa;

2) el patriarcado suprimió su poder,

3) la Diosa comienza a resurgir.

El hecho de ver a la divinidad femenina establece de nuevo la conexión entre la mujer y el poder. Trátese de sanar la tierra, de emprender un negocio, de buscar un cargo político o de criar a un niño, cuando la mujer invoca a la Diosa lo hace tomando parte de su legítima divinidad.

En la década de los 80, la locura de la carrera armamentista y la amenaza de una guerra nuclear lanzaron al activismo a millones de personas en salvaguardia de la tierra. Para numerosas mujeres significaba que la carrera armamentista era la conclusión natural de un desastre de destrucción basado pura y exclusivamente en valores “masculinos” cuyo acto final llevado a cabo sería la aniquilación del planeta sin explicación alguna, cuanto más violenta y sofisticada es la invención de las armas mas precipitado es el exterminio.

Las mujeres alzaron la voz de protesta sabiendo que, aunque sus expresiones parecían “irracionales” a los ojos de la elite masculina dominante, la protesta perturbadora era por convicción la única posición racional posible en defensa de la vida.

Esos gritos eran el llamado para el renacer de la sabiduría femenina y fueron escuchados. Los escritos sobre la Diosa, que antes aparecían con cuentagotas, se desbordaron.
En 1987 apareció la nueva visión revolucionaria de la historia planteada por la erudita y activista Reine Eisler.

Según ella, hay dos sociedades posibles: un modelo de dominación el cual el poder se impone por la fuerza (o la amenaza de la fuerza), simbolizada por la espada, y un modelo de cooperación basado en unas relaciones de igualdad, en el cual el arte y la espiritualidad representados por el cáliz son de vital importancia.
En la actualidad, el movimiento a favor del medio ambiente suele relacionarse con la mujer, la Madre Tierra y la antigua Diosa Gea.

LA DIOSA Y LA MEGATENDENCIA DE LA INFORMACIÓN

El renacimiento de la Diosa encontró nuevo impulso en el paso de la sociedad industrial a la sociedad de la información, la megatendencia más importante de los años 70 y principios del 80.

La sociedad industrial valora la fuerza física y pone a la mujer en desventaja. Después de la segunda guerra mundial, los hombres, la mayoría de ellos sin mucha educación, concurrieron masivamente a las fábricas de la economía industrial centralizada y formaron esas entidades predominantemente masculinas llamadas sindicatos.

Las mujeres que trabajaron en las fábricas durante la guerra ya no fueron bien recibidas. Segregadas físicamente en las zonas residenciales, es probable que muchas aceptaron con beneplácito su papel doméstico buscando una ocupación más creativa: criar a los hijos del auge demográfico de la posguerra.

La sociedad industrial rompió los lazos entre el trabajo y el hogar, entre los hombres y las mujeres. Desde el punto de vista monetario, valoraba solamente el trabajo industrial del hombre. Una situación muy distinta de la era agrícola, cuando los hombres y mujeres generaban el valor económico trabajando juntos en el hogar o cerca de él.

Sin embargo en una sociedad de información, el cerebro es más importante que los músculos; el trabajo es descentralizado y puede realizarse prácticamente desde cualquier parte. Eso cambia radicalmente las cosas para la mujer. En los años 70 cuando comenzaba a afirmarse el cambio hacia la información, las mujeres fueron aceptadas nuevamente en el trabajo. En un principio ocuparon cargos de oficina mal remunerados. (Claro esta que muchas mujeres que hoy tienen más de 55 años tuvieron buenos cargos, carreras largas y hoy día ocupan posiciones de mando. Pero fueron las excepciones de su generación. Detrás de ellas está el enorme grupo de las nacidas durante la posguerra, dentro de la cual casi todas han estado trabajando desde que se graduaron).

Los atributos de la Diosa – libertad y autodeterminación – nacieron tanto mitológicamente como en el plano, más terrenal y determinista, de la economía.

Ya sea que las mujeres se hayan empeñado en la tarea voluntariamente o se hayan visto impulsadas por la Gran Madre de la necesidad, la verdad es que empujaron las fronteras de su evolución para emprender las labores económicas y sociales que antes habían sido de dominio exclusivo de los hombres. Considerando el poder social, político y económico que hoy poseen las mujeres, podría decirse que el surgimiento del culto a la Diosa es una forma de avance espiritual que refleja las nuevas realidades sociológicas que han tomado forma durante los 20 años.

Estudiantes de la plaza de Tiananmén, en Pekín, construyeron una estatua de cera de la Diosa de la Democracia, salió a la luz un aspecto contemporáneo de la Gran Diosa. Una cruel élite masculina destruyó la estatua junto con los estudiantes pacíficos que la rodeaban. Pero, al igual que otras Diosas prohibidas, aun viven en los corazones de la gente.

La gran Diosa (o la gran Madre) se manifiesta en distintas formas a través de la historia, los continentes y las culturas. La Diosa tiene muchos nombres y atributos. Asume distintas identidades para representar las historias y los dramas de la humanidad.

Más de mil deidades femeninas, un índice muy bien elaborado ayuda a los lectores a buscar las Diosas africanas bálticas, chinas o norteamericanas, por ejemplo a determinar cuál es el campo en que rigen, como el de la belleza, el del estudio o el del nacimiento.

Solamente en Asia, donde hay muchas aldeas todavía se venera a la Diosa, hay muchísimas manifestaciones de la Gran Diosa:
Kuan-yin, bodhisattva budista de la compasión, es la deidad más popular entre los chinos. Al igual que la Virgen María, se la conoce por conceder la misericordia en la religión católica.

La tibetana Tara es el Buda íntegro que encarna solamente en la forma femenina. Ha preferido demorar su nirvana hasta que se haya cumplido la salvación de toda la humanidad. Protege a los budistas contra los ocho peligros tradicionales: el orgullo, el engaño, la ira, la envidia, las opiniones equivocadas, la avaricia, el apego y la duda.

La Diosa también se proyecta den Kali, deidad femenina hindú de piel oscura y portadora de una espada y una cabeza cortada. La espada de la sabiduría corta para liberar al yo y al pensamiento racional. Conoce el reino de la Muerte y simboliza el conocimiento de que la transformación sólo sobreviene al enfrentar las tinieblas.

Maya, la reina hindú, madre del príncipe Siddartha, el Buda histórico, proyecta una imagen de sensualidad y erotismo.

Riane Eisler planteaba que el Jardín del Edén fue el escenario de la batalla entre Yahvé y la Diosa. El Árbol de la Ciencia es un símbolo de la Diosa, al igual que la serpiente, la cual muda de piel para convertirse en el símbolo del renacimiento y la transformación de todos los tiempos. El propósito de los autores de la Biblia es someter los cultos a la Diosa de Canaán al nuevo Dios hebreo Yahvé. Al hacerlo, pervierten a la mujer y al símbolo de la Gran Diosa: la serpiente.

Durante miles de años, el sometimiento de la mujer ha encontrado justificación en el hecho de que Adán fue creado primero. Pero las eruditas feministas señalan que hay en el Génesis dos versiones del relato de la creación. En el primer capítulo (versículos 26-31, Eva es creada al mismo tiempo que Adán. La segunda versión. Según la cual Eva es creada después, está en el capítulo 2 (versículos 4-3).

La cristiandad se acomodó perfectamente al dominio masculino del judaísmo. En retrospectiva, esto es irónico, puesto que las feministas no encuentran fallas en Jesucristo y porque, además, las mujeres desempeñaron un papel esencial, aunque no reconocido muchas veces, en los albores de la Iglesia.

La primera literatura cristiana contiene muchos ejemplos de mujeres activistas predicadoras y maestras. Sin embargo, hasta el siglo IV las fuerzas del predominio masculino se impusieron. Los padres de la Iglesia desterraron la tradición gnóstica, que había rendido tributo a la feminidad, suprimieron las referencias al aspecto femenino de la Divinidad y excluyeron a las mujeres del liderazgo.

Solamente los hombres podían ser sacerdotes; solamente los sacerdotes podían ser los mediadores entre dios y la humanidad y proporcionaban la salvación. A la religión de la Diosa se la calificó de pagana, maléfica y asociada con el demonio.- el poder femenino fue presentado como una amenaza para el orden social.


Una espiritualidad que nos ha devuelto a las mujeres el derecho a la libertad de culto de lo Divino Femenino sin una autoridad religiosa masculina o gurú iluminado que defina en qué deben creer las mujeres y cómo hacerlo. 

Continúa 2ª Parte