MANIQUÍ
"Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se miran a sí mismas
siendo vistas. Esto determina no sólo la mayoría de las relaciones entre los
hombres y las mujeres, sino también de las mujeres con ellas mismas. La
inspectora de la mujer dentro de sí misma es masculina, la inspeccionada es
femenina. Entonces ellas se transformaron a sí mismas en objeto, sobre todo
particularmente en objeto de visión una vista"...
Teresa De Laurentis
SIGNIFICADO: m. Figura movible que puede ser colocada en diversas actitudes. Mujer
joven que tiene por profesión lucir los trajes de última moda, para que puedan
comprarlos los clientes de la casa a cuyo servicio está. Actualmente se las
llama corrientemente modelos.
DESENLACE
Durante tres mil años de historia escrita, podemos ver como la posición
de la mujer ha preocupado y preocupa a los que paulatinamente fueron usurpando
tiránicamente el poder político y el poder económico hasta alcanzar sobre estos
su total soberanía. Ambos poderes están estrechamente relacionados entre sí y
son los verdaderos y únicos manejadores de este mundo enmarañado y violento.
Perpetuados en el imperio patriarcal, el fracasado contubernio trata de no
perder a toda costa el dominio de la situación, puesto que esto implica tener
subyugada y controlada a más de la mitad de la población mundial, incluyendo a
las que habitan los lugares más recónditos del globo.
La ardua tarea notablemente agravada por la continua presión que vienen
soportando desde hace más de dos siglos ha convertido a esta posición en un estado controvertido.
Como los carceleros, según dicen, duermen con un ojo abierto, esto les
exige una atención constante y un esfuerzo permanente, cualquier descuido
imperdonable acabaría con la complicada y hábil organización inventada y
sostenida durante remotas centurias para
poder conservar con extremado celo tan larga y eficaz conspiración que
es "el sometimiento y la esclavitud de las mujeres" en forma encubierta e involuntaria.
Para los gobiernos del mundo, las mujeres, las niñas y los niños son
exclusivamente valores económicos del macabro sistema. Las mujeres porque son
la reproducción de la fuerza del trabajo y están relegada al trabajo doméstico
no productivo (es decir, esta tarea no contempla remuneración alguna). Los
niños, porque en una economía de gobierno son el reclutamiento de la mano de obra
del futuro y las niñas son la reserva de dicha mano de obra en caso de que el
mercado laboral masculino se encuentre circunstancialmente afectado por
diferentes motivos en particular por cruentas guerras provocadas por el
poderoso y renombrado "industrial" fabricante de armas que lucra con
la muerte desde su fastuosa y oculta guarida.
Por otra parte el polémico sexo femenino sirve de manera triple al
consumo puesto que "se las compra, compran y hacen comprar", en
consecuencia el desarrollo económico del que tanto nos hablan es un cruel y vil
engaño, ya está todo fríamente calculado, sólo nos convierten en máquinas
abastecedoras de máquinas tragamonedas del sistema falocrático, cerrando de
esta forma las puertas que dan a los caminos que conducen a la independencia
económica. El daño cultural y social de esta arcaica y siniestra metodología
pone freno a nuestra racional insurrección.
Con un lenguaje repelente y optimista de paralogismos (engaños), los
requerimientos femeninos son enteramente cubiertos por el omnipotente lente de
la televisión, las películas, la publicidad, las revistas, los libros o
cualquier otro medio de comunicación masiva que hacen populares la personalidad
de la mujer determinada y profundamente marcada por su biología o su anatomía.
Un amplio mundo de fantasías maravillosas nos tienden a
nuestras miradas: comidas rápidas y de fácil preparación, ravioles y salsas precocinadas, pollos rellenos listos para introducir al microondas, tortas marmoleadas, coloridas verduras cortadas, ensaladas mixtas de bajas calorías
listas para condimentar, papas peladas y cortadas en tiritas, zanahorias
ralladas, leches descremadas y vitaminadas, yogures frutados, cientos de
miles de propagandas con las que nos bañan de féminas descerebradas, con un
lenguaje subliminal que nos hace mujer, etc.,
todo este sin fin de productos que resultan difíciles enumerarlos ocupan
nuestro cerebro como si se tratara de una cacerola que debe ser llenada hasta
desbordar de estas manufacturas.
Una bondadosa máquina inventada para ahorrar nuestro
tiempo se suma a los polvos mágicos quitamanchas que dan blancura a su ropa,
que en realidad es la ropa de toda su familia y no la personal solamente, lustramuebles en aerosol, guardapolvos
sin plancha, pañales descartables, antipiojicidas instantáneos, lavandinas
antibacterianas, detergente biodegradables con lanolina que no dañan las manos, lustramuebles en aerosol, limpia pisos aromatizados eliminador de microorganismos, ceras que no dejan
marcadas las pisadas, y para
demostrarnos una constante preocupación
por nosotras, colmándonos de atenciones, nos envasaron un "plomero líquido" en plástico irrompible o destapa cañerías que actúa evitando el
uso de la tradicional sopapa (ventosa de goma) que nos hacía sudar la gota
gorda rabiando con el resumidero de la cocina o el baño tapado tratando de
desatascar la cañería de sobrantes acumulados de residuos en las tuberías de toda la prole.
Mientras tanto nos sumergimos en el cosmos de la cibernética culinaria. Los electrodomésticos multifuncionales con flechas indicadoras en todas
direcciones, lucecitas multicolores intermitentes y botones de los más diversos
tamaños y formas nos convierten en Comandantes en Jefe de una nave espacial que
navega rutinariamente en el mundo sideral de cuatro paredes llamadas
"Hogar".
La industria de la belleza puede manifestarse como la más insustancial de las instituciones culturales, individualista y egocéntrica, mezquina y
frívola, envenena nuestros cuerpos con productos químicos y mala alimentación
que atrofia nuestras mentes con imágenes distorsionadas de la mujer (nosotras
mismas), acosándonos permanentemente con un estereotipo veleidoso que nos
indica el camino inequívoco a seguir para obtener el éxito y que no determina a qué éxito se refiere (?). De lo contrario seremos unas fracasadas y lo más
ignoradas tristemente por "los otros", los monstruos creadores de la
nada. Los inventores del celuloide femenino, de Venus, diosa de la lascivia y
el libertinaje.
Jabones de tocador, cremas nutritivas anti arrugas, ceras y aparatos
depilatorios, lentes de contacto de diferentes colores, cirugías estéticas, liposucción
y absorción de los depósitos grasos, bótox, prótesis de siliconas, pastillas
adelgazantes, perfumes, desodorantes, toallas higiénicas, cosméticos, bronceadores,
ropa informal, bellos y jóvenes cuerpos femeninos sin adiposidades ni
celulitis, aromatizados con esencias que cubren el aroma natural dermatológico,
etc., tienen como finalidad otorgar el ilustre diploma de: "LA MUJER
MODERNA" y se encarga alevosamente de exponer en resumidas cuentas una
efigie de mujer que no hace otro trabajo que el doméstico y sólo se esmera en
conservar su cuerpo para conquistar al hombre y retenerlo como única finalidad
en su vida, aunque agotada de cansancio toda su fortaleza, en los primeros
tiempos intenta mantenerse incitante aguardando la llegada de su enamoradizo
seductor, que pasando un tiempo prudencial le va restando importancia a su
aspecto. Porqué ese: "serás madre o no serás nada", fija a la mujer a
un destino que siempre fue excluyente de todos los demás.
Aunque nos duela profundamente, somos parte de una estructura de
pensamiento masculino. Esta carrera desenfrenada de trivialidades, es lo que
hace a los manejadores del mercado de consumo que administra el capitalismo
deshumanizado, a crear deliberadamente estos estereotipos superficiales, a
considerar a las mujeres como inagotables consumidoras de productos exclusivamente masculinos-femeninos.
Si tomamos como ejemplo un simple esmalte de uñas creo que no tenemos la
más remota idea de la poderosa y multimillonaria estructura industrial mundial
que se esconde detrás de él: diferentes marcas, diferentes procedencias,
diferentes envases, diferentes tonalidades, diferentes precios, para terminar
siendo un mismo complemento, un acrílico coloreado que decora nuestras manos, además posee de su
respectivo quita esmalte de igual característica, limas de las más variadas,
pompones de algodón, fortalecedores de uñas, quita cutículas, alicates, etc.
invaden las vidrieras y los estantes de los comercios, con un amplio despliegue
publicitario en todos los medios sea la televisión, la radio o inmensos carteles con modelos jóvenes estereotiàdas que no hacen otra cosa que propagandas de productos exclusivos para mujeres, con insistencia de compra, no dejan de mostrar y hablar de
"él", le inventan cantos, vídeos, imprimen bellos y
espectaculares afiches, de esta forma saturan el mercado. Los truchos (modismo
argentino) o imitaciones de marcas famosas y costosísimas también detentan su
existencia y todo este monstruoso despliegue y masiva movilización de
trabajadores es ocasionado por una simple uña y tan solo sirve para llegar al
consumidor final: "LA MUJER".
Sumergida y discrepando con la ilustración de mujer que describo, intento en el itinerario de mi escritura sólo
intento innovar, ser transgresora además de transformadora y realmente no resulta nada
fácil vivir contramandato y no siempre comprendida por mis propias congéneres.
Pensaba mientras escribía a altas horas de la madrugada, en este preciso
momento aquí y ahora la mayoría de la gente duerme las horas correspondientes
al descanso, esto no para nunca y en el resto del mundo por diferencias de
horarios, hay una infraestructura movilizada funcionando constantemente para
fabricar esmalte para mis uñas, miles de millones de dólares se invierte para
que ellas luzcan brillantes y coloridas... ¡Nunca creí que mis uñas fueran tan
importantes para la sociedad pero si para el consumo!... ¡Qué buenos y
extraordinarios son los varones que se preocupan tanto para que yo, sea yo!...
Pero en realidad es un yo ajeno a mí, es el “yo” inventado por y para ellos.
El marketing implica entonces y sin duda, vaciar lo mejor posible las
mentes femeninas de cualquier pensamiento de inteligencia.
Darse vuelta a mirar la vieja imagen femenina de no hace muchos años
atrás, es ver como el gran pasatiempo y consuelo de una mujer era el bordado,
puntadas diminutas con hilos de colores inalterables, que exigían una gran
concentración y un total desarrollo del intelecto frente a las canastas
desbordadas de florcitas, o jarrones con espectaculares rosas dibujadas con crucecitas
de un color azul medio violáceo en las telas de hilo que se debían completar
con el interminable punto cruz, o el científico tejido de vueltas todas para
abajo o una para abajo y la otra para arriba desarrollando una extensa bufanda,
mientras por la ventana escuchaban cantar alegremente a la niñez formando ronda
"el arroz con leche me quiero casar". Aún guardo como recuerdo de mi madre alguno de esos manteles estampados.
Y así se les pasaba la vida, con la mirada baja limitada por invisibles
anteojeras que le impedían ver a su alrededor, consumiendo horas infinitas
entre madejas de lana, ovillos de hilo y el dulce canto que determinaba el
destino futuro de su rol social. "Que sepa coser, que sepa bordar, que
sepa abrir la puerta para ir a jugar". Todo lo importante y trascendental
para una mujer era saber abrir una puerta, coser y bordar.
¿Y afuera, que?... ¿Dónde quedaba el mundo del pensamiento y las ideas,
la vida de la mente creadora y del enriquecimiento del espíritu?... ¿El tiempo
constructor de un mundo compartido?...
¿Por qué, siempre se limita a la mujer a una sola pasión, a un solo papel, a
una sola ocupación?... Si se nos impide a las mujeres salir junto con los
varones al mundo de las posibilidades humanas, ¿podemos las mujeres
considerarnos gente?...
La mentalidad del mundo occidental sabe inteligentemente como asfixiarnos
hasta aniquilar nuestra razón. Estuvo siempre prohibido escribir sobre temas
generales para la mujer que no sea la condenada a la vida proyectada por el varón. La política y la economía pertenecen a un mundo
concretamente masculino, pero algunas supieron abrir la puerta e ir a jugar a
ser personas completas con metas fuera de esta aberrante cultura cosificadora y así es como comenzaron abrir caminos para su progreso personal e intelectual.
Los mandatos se transfieren por precisas instrucciones, por la palabra
impresa, y las mujeres tenemos que identificarnos fundamentalmente con lo que
leemos. El lenguaje se convierte entonces en alianzas identificadoras (mujer-tejido;
mujer-cocina; mujer-belleza; mujer-pañales, mujer-hogar), nos crean cadenas
internas, inhibiciones mentales indelebles, sentimientos de culpa que nos
confunden y paralizan si transgredimos las normas. Nos provocan la muerte del
impulso generador de intrigas y curiosidades, mirar hacia fuera nos conduce a descubrir el camino
del aprendizaje, la investigación y el conocimiento.
Persuadirnos que la única obra política de la mujer es crear en su hogar
la visión del significado de la vida y de la libertad, es convencernos que la
mujer debe ser exclusivamente lo que la sociedad masculinizada dice que es. La
educación represiva, el mandato de obediencia que aún sigue rigiendo nuestras
vidas nos sumerge en la sistemática rutina del hastío.
Este mundo que describo aparenta ser desactualizado, pero en realidad es
una adecuación al hoy que no han podido frenar. Debemos aprender a movernos, a
actuar en otros campos, a realizar lo que nos dictan a gritos nuestras voces
interiores, aun cuando esto socialmente parezca inadecuado, ya estamos logrando parte de la emancipación.
Muchas perseveran en el engaño, pero el imperio de la mentira pronto
acabará por autodestruirse, las mujeres no somos muñecas de trapo que se
adornan con oropeles superfluos, ni figurillas de cerámica pintadas a mano, ni
mucho menos un espejo pasivo, sin imagen propia, ni un hermoseamiento frívolo e
inútil, un simple animal sin intelecto, o un objeto que los demás pueden
disponer de su existencia a su antojo y conveniencia. Caemos en un error si
creemos que el patriarcado está desapareciendo, sólo está cambiando sus formas
y otorgando algunas concesiones, mientras encubren la metamorfosis de
adaptación que requiere el desastre global, el fracaso rotundo del sistema que
nos cosifica.
Enfrentarnos con el problema no es resolverlo. Tenemos que borrar
rotundamente el ideal representativo de la mujer del siglo pasado y no tenemos
que permitir que lo actualicen convirtiéndonos en bellas y sumisas androides
femeninas.
A mi juicio el fondo del conflicto de la mujer no es sexual, sino de
crisis de la personalidad, de cansancio del enajenable sistema, de saturación
de propuestas únicamente materiales, de hartazgo de pertenecer a una cultura de
molde, de ser retrógradas a medida con utilidad social. Una constante
mutilación de logros personales es perpetuada y condicionada por factores
históricos de especiales particularidades. En vez de hacer frente y combatir las
injusticias, las mujeres en su mayoría han aprendido a adaptarse a ellas.
Soy consciente, es muy difícil escapar a las normas de la vieja
civilización, expresarnos claramente presupone entrar en conflicto puesto que,
despertar es transgredir las leyes del mercado. Aquellas que lo intentamos
vivimos contramandato y los fundamentalistas perversos del sistema se
inquietan, nos minimizan y nos condenan rotulándonos de
"prostitutas", "brujas", o "lesbianas". ¡Pero,
ladran Sancho, señal que cabalgamos señor!...
Decía Rebeca West en 1913:
"Yo misma no he podido descubrir nunca que es precisamente el
feminismo: sólo sé que la gente me llama feminista toda vez que expreso
sentimientos que me diferencian de un felpudo"...
Observo un desnivel casi constante en la sociedad contemporánea, el
absurdo está siempre latente, un último disfraz grotesco de ciencia y
tecnología revela dramáticamente el agotamiento al sometimiento con el que
hemos convivido hasta ahora. Se presienten nuevos vientos de cambio, es
necesario e imprescindible un renacimiento inesperado, una categoría nueva,
"la de una mujer desmaterializada y descosificada".
Los viejos prejuicios y el rechazo a los vetustos convencionalismos autocráticos que con tanta facilidad detienen
el progreso de la otra parte de la humanidad despierta el deseo imperioso de
algo distinto, debemos afirmarnos en contra de la marea cultural dominante y
curarnos de la enfermedad mundial del patriarcado.
No puede la mujer seguir considerándose a sí misma bajo
ningún otro aspecto que no sea un "MANIQUÍ" cargado de afeites
o sentirse una desgraciada si no siente felicidad cuando encera el piso de la
cocina o lava diariamente una pila de platos, cacerolas y ropa familiar,
dejemos de vivir tan sólo a merced de lo que exige el mundo varonizado como
única alternativa de vida.
De una vez por todas hagamos valer nuestros legítimos derechos de iguales
ante la ley y el trabajo, compartamos la vida en paralelismo. Las mujeres somos
criaturas humanas, criaturas completas, y no varones a los que nos falta algo,
como sugería el creador de la psicología.
Las fronteras de la limitación se abren, hay horizontes afuera,
comencemos a ser las que nunca nos permitieron.
©MARÍA CRISTINA GARAY ANDRADE©
Buenos Aires - Argentina