EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA MUJER

Para vencer definitivamente los "estereotipos femeninos" es necesario e imprescindible redefinir los rasgos que caracterizan a la mujer desde épocas añosas fijados con expresiones del detrimento masculino. Es concluyente el nacimiento inmediato de nuevas formas particulares de respuestas humanas a los diversos e innumerables contextos en que se encuentra una persona sumida en la cultura. A la mujer se la considera como una desviación abstracta de la humanidad esencial, además se la ve como aspecto negativo del hombre o simplemente el cómodo objeto adaptable a sus necesidades básicas, sexuales y reproductivas.

A su personalidad se la forma con una ilustración endeble y el orden del carácter masculino de superioridad que se refleja y apoya en las instituciones que componen la sociedad en todas sus demandas.

Como mujer comprometida en superar la argumentación deliberada de inferioridad, es lograr categóricamente el reconocimiento de atributos individuales fehacientes porque somos personas con pensamiento propio, talento y capacidad intelectual, resultan ser las condiciones primordiales para alcanzar el equilibrio legítimo de derechos que goza el varón para ocupar diferentes espacios públicos notorios.

Como sexo somos uno de los dos complementos insustituibles para mantener la continuidad y el equilibrio ecológico de la efímera naturaleza humana, y no debemos olvidar que también estamos dotadas de inteligencia, voluntad, discernimiento, carácter y responsabilidad para afrontar las disímiles exigencias de la vida.

La morbosidad congénita del diccionario y digo "morbosidad congénita" porque significa: “enfermedad hereditaria”, de la encubierta hegemonía masculina que arrebató con su prepotencia el lenguaje convirtiéndolo de generación en generación en instrumento de evaluación de valores humanos, es lo que debemos transformar debido a que haciendo una evaluación propagada diera el discernimiento que nos ha tocado la infame suma de voces negativas que nos envuelven como mujeres.

Si bien este mensaje está expuesto en otras de las conclusiones cabe destacar que el resultante es que las mujeres somos el pilar de una economía oculta que permite funcionar como engranaje principal del resto de las economías y no aparecemos en ninguna contabilidad oficial, ni en las estadísticas, ni nos reflejamos en los indicadores sociales y financieros que los “administradores” y “planificadores” del desarrollo sustentable utilizan para describir la situación actual de un país y sus cambios progresistas.

Aparentemente las mujeres somos tradicionalmente económicamente improductivas, subordinadas al arte culinario como elemental fundamento, dedicadas a las tareas domésticas y especialmente dando a luz, educando y criando hijos desempeñamos un papel capital respecto a uno de los elementos clave de toda economía “la reproducción de la fuerza del trabajo” como ya es consabido, fundamental para que un sistema económico funcione equilibradamente, aunque se nos menosprecie en el análisis de las relaciones económicas y se nos relegue a la categoría de trabajo doméstico no productivo vale tenerlo presente firmemente y saber defender el argumento de percibir un beneficio financiero propio, solventado por presupuestos estatales debido al inagotable desempeño en esta función familiar que permite que el engranaje social desarrolle prosperidad.

Por otra parte, esta fracción de la sociedad a la que pertenecemos, es la más privada de libertad de acción en todos los aspectos que hacen a su subsistencia, la más encasillada, la más condenada moralmente y concuerda con la aclaración de “moralista” que es una palabra de género masculino y su significado es: Profesor de moral. Autor de obras de moral. El que estudia moral. Autor que describe las costumbres de la sociedad. Se usa frecuentemente en sentido irónico.

Hemos asumido con incauta resignación todo tipo de marginaciones y sentencias degradantes como lo demuestra la importante cantidad de glosarios incrementados con el correr del tiempo y en forma frecuente que son destinadas a nuestro género o sexo sin darnos intervención alguna o con muy poca participación en la aprobación o reprobación de dichos términos.

Digo que el lenguaje es una de las formas más usuales de comunicación entre personas y un continuo generador de emisores de mensajes que por medio de signos se expresa una idea o un pensamiento. Este pensamiento escrito actúa legitimando lo que nos rotula de bellos ejemplares femeninos de buena o mala reputación de personas, quedando “ellos” favorecidos y fuera de contenido para sentirse inculpados con el riesgoso prestigio de igual características.

Al hombre se lo involucra clasificándolo en forma menoscabada con la cobardía, el pobre hombre, el pobre diablo, el lascivo que es el que frecuenta con pelanduscas o el marica, que también significa diminutivo de María.

La prostitución es conocida como una de las profesiones más antiguas de la humanidad y carga la mujer con ese rotulo, pero quitándonos las vendas de los ojos, nos damos cuenta que el varón ejerce mucho mas la prostitución que la mujer y cuantos mas prostíbulos pisa mas hombre se hace, es lamentable el criterio cultural asimilado convincentemente.

Así también lo demuestra la terminología “cornudo/da”, que como adjetivo para ambos géneros significa: “que tiene cuernos”, pero como calificativo de género masculino aclara: "Fig. Dícese del marido cuya mujer le es infiel o le mete los cuernos". No tiene calificativo para el femenino, pareciera que la mujer cornuda no existiera por deducción de omisión, cuando los testimonios precedentes indican que las mujeres somos mucho mas cornudas que los varones. La infidelidad entonces es una actitud normalmente encubierta para el varón y indignamente censurable para la mujer.

Encontré una publicación interesantísima en el periódico “Clarín” de mi país con fecha 7 de enero de 1992, donde manifiesta que “marido” terminología  aceptada y adoptada por la sociedad, tiene sus orígenes en un “diablillo erótico y pagano” que deviene de “mis maris” que en latín quiere decir “macho”. Al parecer entonces este diablillo erótico y pagano es decir nuestro supuesto marido o macho, no soporta ni permite que nosotras seamos eróticas y paganas “hembras al fin” porque nos marcan como: “rameras, prostitutas o mancebas” para compendiar la larga lista de epítetos análogos a estos tres conceptos y lo lamentable que nos parte el corazón es que se califican como “pacientes o sufridos” que tiene entre otros el significado de “que tolera que su mujer lo ofenda” en el juego perverso de victima y victimario.

La calamidad del hombre=varón=macho, afectándole un adjetivo justificable, es en su auto alineación como persona un concepto muy favorable en calidad de estimación a si mismo y compone lo establecido como reglas lingüísticas arbitrarias que adquirimos como normas culturales en la sociedad desde tiempos remotos marginando a los géneros con atributos diferentes.

La lucha de mutación ha comenzado hace ya tiempo, aunque nos cueste necesitamos aprender por si solas a defender nuestros derechos a ser respetadas para capitalizar nuestra autoestima y reivindicar la representación de la mujer que tan descuidada y relegada está aún en nuestros días. Destacando que en las grandes metrópolis ha logrado adquirir más independencia, equilibrio y poder elevar su autoestima obteniendo sus propios logros personales.

El pasado opresor se rehúsa a morir y se aferra agónico tratando de sobrevivir en el presente emancipador, todo cambio social concluyente y toda evolución del pensamiento originan grandes riesgos de aprobación, no obstante la finalidad de nuestra lucha debe estar basada en lograr sociedades sin injusticias, sin supremacías y sin explotación de la vida diversificada por naturaleza genital.

Como lo presento en esta investigación que me llevó más de dos años en su primer resumen y llevo otros tantos tratando de examinar más detenidamente agregando nuevos modismos que generaliza el uso en los países hispano parlantes.

Agrupadas entonces las palabras debía compaginar cuidadosamente el resultado, puesto que una misma voz podía figurar en diferentes derivaciones, es muy difícil lograr llegar a un definitivo final. La motivación por esta causa me resulta apasionadamente reivindicadora de valores y con esto dejo sentada una segunda parte con algunos agregados que son de actualidad,  proyectando el futuro la consagración de todo el tiempo que me sea posible a intentar su evidencia y tratar su reparación.

En cada una de las conclusiones se muestra un sumario de ejemplos contundentes, en todos los casos puede aumentarse el caudal de voces en forma sobreabundante.

Dejo entonces una vez más entreabiertas las puertas para una mayor profundización a todas las personas interesadas en el contenido, especialistas y técnicas sin distinción de sexos que deseen realizar un aporte a la reflexión y rectificación del asunto en cuestión.

No hay nada mas destructivo y/o constructivo según el uso de la palabra aplicada, con ella podemos aniquilar o reivindicar, declarar la guerra o declarar la paz, decir te quiero o decir te odio, llamar amigo o decir enemigo.

Mujer, bajo ningún punto de vista no es antinomia de varón, ni esta librada en su nacimiento a la suerte de cargar con un lenguaje apócrifo, efectuándosele el canibalismo de recién nacida con un par de pendientes para diferenciarla del macho, aunque en la actualidad podemos ver a los ejemplares masculinos con aretes hasta en sus genitales. Mujer es integridad, plenitud, soberanía  y excelencia de la propia humanidad.

Debemos conseguir con perentoriedad que nuestro lenguaje hispano hablante no continué deformando lo que hace a la imagen de cada persona en particular. Detengamos la violencia subliminal que "él" ejerce.

Mucho es lo que se ha desenmascarado sobre la discriminación de la mujer, de mi parte solo quiero transmitir lo que brota espontáneamente de mi con estos pequeños trazos eslabonados que conforman cada expresión y que culmina dando un mensaje determinante demostrando a una mujer inmoralmente comercializada.

Quiero lograr adquirir el derecho a ser “una yo, mujer” dentro de la humanidad común, sin estar encadenada a la subordinación masculina que trata de mantener efectivo a toda costa esta vetusta cultura que perjudica duramente tanto a mujeres como varones.

Es nuestro deber cambiar para mejorar el mundo, la paz es el camino dijo el gran maestro Gandhi. El compromiso consiste en sanear el lenguaje, para que nuestras hijas e hijos reciban valores saludables a cambio de valores enfermos de potestad o influencia por la falsa creencia de superioridad masculina. La  exclusión  de cualquier parte de la sociedad es nociva para conformar y convivir en un planeta que requiera equilibrio de igualdad en total armonía para las nuevas generaciones.
©María Cristina Garay Andrade©