FEMINISMO
***DE LA NEGACIÓN DE SER,
A LA AFIRMACIÓN DE SER***
En este viaje apasionado en el que estoy inmersa
desde hace tantos años, constantemente encuentro algo nuevo para exponer
en la segunda parte de mi libro, y no resulta nuevo por reciente, sino por
incorporar un tema más que considero de interés general y de arrastre histórico
que deben tomar conocimiento quienes lo desconocen y tomarlo como que fue
la apertura de una gran transformación en la mujer.
Al emprender esta travesía hace que resulte
permanente su evolución, sólo intento realizar un aporte más al propósito de
cambiar esquemas que venimos forjando las mujeres que deseamos otra sociedad
mundial que la establecida.
Una de las cosas más importantes que aprendí de mi
vida política, es que resulta imposible demostrar aquello que no somos. Puedo
sin duda alguna probar con un sinnúmero de ejemplos la afirmación de ser en
contraposición de la negación de ser.
La negación de ser se anula justamente cuando con
diáfana verdad emerge la afirmación de "ser" de una manera muy
categórica, porque podría tranquilamente entrar en una infernal arenga si
pretendo demostrar lo negativo de una explícita o implícita personalidad, la
definición de una ideología política, o religiosa, como así también la orientación
sexual escogida libremente.
Sería inútil entonces intentar decir por ejemplo:
"no soy atea" ¿Pues como demostrarlo en este momento sin tantos
ambages? Con la simple sinceridad de afirmar que soy cristiana cuando para
revalidar muestro que pende de mi cuello la imagen de la Medalla Milagrosa que
es lo que da por definida mi posición de creyente y adoradora Mariana dejando
de lado los convencionalismos dogmáticos impuestos por hábitos del pasado
rancio.
Debemos reafirmar categóricamente nuestra identidad,
es fundamental revalidar valores nuevos y genuinos, elevar nuestra autoestima y
dejar definitivamente de oír un ego cultural segregacionista que nos han
aplicado de inferioridad, para que de esta forma se pueda permitir que surja
una conciencia con autoestima elaborada por su condición genuina de sexo y
género gramatical sin instrucciones que la circunscriban a una determinada
forma de ser concebida para ser mujer estereotipada masculina.
Todavía se oyen voces influenciadas por el temeroso
machismo ortodoxo. Podemos arrancar en la aplicación corriente y muy conocida
frase: "Yo, no soy feminista" exclamada como salvaguarda para cubrir
alguna duda de un mal entendido. Pues entonces mujer dime: ¿que eres? Porque ni
siquiera puedes responderme con claridad que es el feminismo para que lo
niegues tan rotundamente.
Resulta habitual temer a lo desconocido, negar por
ilustración adquirida es asumir el erróneo concepto del significado de
feminismo. Se tiene bajo el criterio de ser el antónimo de machismo,
cuando lo correcto de su antónimo sería el hembrismo como expuse en otra de mis
conclusiones, es esta solapada e injusta interpretación de la palabra feminismo
que ha adquirido su mala reputación señalando a una persona ser anti hombre.
Fue tradicional el valor sarcástico adjudicado a
este movimiento político centenario para que sea observado con recelo,
distorsionándolo e infundándolo como teorías de bases androfóbicas para
connotar de negatividad hacia el varón y compadecer a esas feministas pasadas de
moda que lucharon por el derecho de la mujer a la educación superior, a seguir
una carrera universitaria o a adquirir el derecho al sufragio, de elegir y ser
elegidas.
Aún se rumorea en muchas sociedades del mundo
actual la nefasta opinión de que esas mujeres feministas eran víctimas
neuróticas de la ansiedad fálica, que deseaban ser hombres y de su gran
frustración por haber nacido mujer en el orden de inferioridad de condición de
personas sobre la supremacía masculina.
Su heroica lucha por el derecho de la mujer a
participar en los asuntos principales y en las decisiones de la sociedad con
iguales facultades que los hombres, se le condicionaba a creer que renegaban de
su propia naturaleza de mujer que sólo debía realizarse en la pasividad sexual,
en la aceptación dominante del varón y en la concepción, descalificando la
posición de vivir al servicio del mundo proyectista y lograr favorecer un
diseño más noble compartido de este.
En realidad fue la necesidad de forjar una nueva
personalidad las que impulsó a estas apasionadas feministas a trazar nuevas
rutas para la mujer. Algunos de estos caminos eran inesperadamente escabrosos,
otros callejones sin salida, pero era real la necesidad de las mujeres de
descubrir nuevas travesías porque ya les resultaba insuficiente el establecer
un hogar como única meta sino que no podían postergar la negación de la
existencia de su inteligencia deseando formar parte del esquema social del cual
integraban como seres autónomos.
Las primeras feministas fueron las pioneras en la
línea de fuego de la batalla para que la evolución de la mujer gane una guerra.
Y aún sigue pendiente esta situación, porque si bien podemos decir que mucho
hemos avanzado, no obstante debemos continuar con la cruzada de peregrinar por
un denso camino de superación personal.
Ellas sin lugar a duda tenían que demostrar que
eran humanas mientras que el varón controlaba enérgicamente su destino con esa
parte de la anatomía que no tiene otro animal "la mente" y una mente
lamentablemente con convencimiento de superioridad.
La leyenda de la historia sobre el origen del
feminismo indiscutiblemente es una deformación de la realidad sobre la que
nadie se ha preguntado curiosamente el ¿Por qué? de la pasión y el ímpetu del
movimiento feminista se lo hacía desprenderse exclusivamente de
solteronas fracasadas, necesitadas sexuales, apesadumbradas llenas de odio
hacia los varones, de mujeres estériles o consumidas sexuales por tal ansia del
miembro viril que se lo querían arrancar a todos los hombres o destruirlos
definitivamente, para reclamar sus derechos porque en apariencia carecían de la
capacidad de amar libremente.
Es menester recordar que por aquellos años de
siglos no muy lejanos, el apasionamiento erótico en la mujer como la
inteligencia estaban totalmente reprimidos. Las palabras feminista y mujer de
estudio, se convirtieron en agravios alevosos para quienes la recibían.
Las feministas habían logrado destruir el antiguo
tipo de mujer vigente de la época, pero no podían borrar la hostilidad, el
prejuicio, la discriminación que seguía existiendo, y tampoco podían perfilar
el nuevo tipo femenino de lo que llegaría a ser la mujer cuando creciera en
condiciones que no se la concibiera inferior al hombre, dependiente, pasiva e
incapaz de pensar o decidir por sí misma.
Agotaron todos los recursos más inverosímiles, no
midieron en aplicar terrorismo psicológico involucrando a un dios réprobo, casi
satánico, y aun así no pudieron con ellas, tenían que luchar contra la idea de
que estaban violando la propia y única naturaleza que dios supuestamente les
había proporcionado, la concepción.
Los predicadores exaltados, interrumpían las
reuniones sobre los derechos de la mujer enarbolando Biblias y citando párrafos
de las Escrituras Sagradas: "San Pablo dijo: y la cabeza de cada mujer es
el hombre…"; "Que vuestras mujeres guarden silencio en la Iglesia
pues a ellas no les está permitido hablar…"; "Y si quieren aprender
algo, que se lo pregunten en casa a su marido, porque es vergonzoso que las
mujeres hablen en el templo…"; "Pero yo no aguanto que una mujer
enseñe, ni usurpe autoridad al hombre, sino que esté en total silencio;
pues Adán fue creado primero y luego Eva…"; "San Pedro dijo: por lo
tanto, vosotras, esposas estaréis sujetas a vuestros maridos…" y así
podemos seguir citando infinidad de mensajes bíblicos apocalípticos y
prejuiciosos, prohibiciones y tabúes que se encuentran en todos los niveles de
la cultura de los pueblos por más de tres mil años efectivos.
Desde refranes de descrédito, al código civil,
desde los libros sagrados y absolutos, a las resoluciones exclusivas de los
conductores espirituales, desde las teorizaciones filosóficas hasta la
psicología freudiana regían y rigen severamente el estado dentro de un marco de
referencia dado a la mujer.
Pero no pudieron desde aquel entonces entorpecer
nuestra evolución y seguimos insistiendo en la escaramuza épica de autonomía.
Inclusive ojeamos la barbarie de antaño el no
estar permitido en los coros de las iglesias la presencia de mujeres. Para
reemplazar la voz aguda no vieron nada mejor que incluir a eunucos que se los
ordenaba en tal condición desde niños a partir de los ocho años
argumentando creencias angelicales.
Era evidente que ya no se podía volver a meter el
genio dentro de la botella.
Cuando una mística tiene suficientemente fuerza,
ésta crea su apropiada vida basada en hechos reales y se alimenta de su
racional soberanía filtrándose paulatinamente en todos los escondrijos de la
cultura.
En el ámbito actual la mujer ya no está más divorciada
del mundo de las ideas, ni de este mundo tan vertiginosamente cambiante que
venimos alcanzando a pujanza de adquirir identidad y espacios de poder, porque
al franquear todas las barreras legales, políticas, económicas y educativas que
en otros tiempos impedían a la mujer ponerse a nivel del hombre siendo personas
por derecho propio, se convertía en un ser con total libertad para desarrollar
su potencialidad insistiendo en afirmar que tiene derechos a levantar su voz en
el presente y futuro destino de la humanidad.
La consistencia interna en cada mujer transgresora
de normas que la condicionaban a ser objeto sin valor humano, da
categóricamente de este modo el resultado final encontrarse consigo misma y
transmutarse en sujeto equivalente al maravilloso nacimiento en cada una de
nosotras del sentido de pertenecía de ser autónomas y soberanas.
©María Cristina Garay
Andrade©
Buenos Aires - Argentina
