PSICOLOGÍA
NO ES MITO, LA INTUICIÓN FEMENINA EXISTE.

Algunas interpretaciones machistas han cargado la incomprensión sobre algunos de nuestros comportamientos, por fin se acepta y se demuestra científicamente que la intuición femenina existe. Una capacidad especial de percepción que las mujeres, por genética y por educación, tenemos más desarrollada que los hombres.

La educación que tradicionalmente hemos recibido las mujeres nos ha determinado a estar pendientes de los demás, a prestar atención a los estados afectivos de quienes nos rodean.

Las mujeres generalmente captamos de modo casi inmediato mensajes implícitos en las situaciones concretas de la vida cotidiana. Se trata de una actividad intelectual fusionada con las sensaciones. Esta intuición femenina se basa en el porqué de las cosas o situaciones, en su valor y en su importancia. Esto permite valorar las situaciones y he ahí cuando en las relaciones se tornan especiales, diferentes o únicas pues esto interviene en una relación de pareja y, viéndolo desde el punto femenino, es un regalo divino tener esta percepción tan amplia. Ellos solo notan nuestros sentimientos si lloramos, gritamos o decimos claramente lo que nos pasa.

Nos han instruido para dar más importancia a la comunicación que a la acción, para valorar los sentimientos y tener en cuenta cada detalle. 

Esto nos ha traído más de un problema, como  tener que agradar continuamente al prójimo, pero también nos ha servido para, inconscientemente, captar y procesar los mil y un detalles que aporta el lenguaje corporal. “Los mensajes no verbales son más reveladores porque son menos controlables a nivel consciente”. Y es que este ‘idioma’ recoge, según los expertos, el 70% de la información total, pues en él reside la mayor carga informativa sobre las emociones y los sentimientos personales.

Así se explica, en parte, la habilidad natural que se nos atribuye a las mujeres de descubrir los secretos más ocultos de alguien, de adivinar lo que realmente le pasa al que tenemos en frente; en definitiva, de evaluar la emoción y así ‘intuir’ lo que le sucede al otro.

Podríamos citar multitud de estudios científicos que se han centrado en demostrar que el cerebro de la mujer y el del hombre funcionan de manera distinta. Aunque en realidad las coincidencias son más que las diferencias, en algunas de esas desigualdades reside parte de esa capacidad femenina para el conocimiento intuitivo.

Un ejemplo: “El hemisferio izquierdo se ocupa del pensamiento racional: la lógica, la deducción, el análisis y el lenguaje. En el hemisferio derecho radica el pensamiento emocional: la información visual, la percepción de los sentidos, la imaginación y la creatividad”, comenta Ellen Willer en su libro Ni de Marte ni de Venus (Ed. Robin Book).

Pues bien, “sucede que el primero está más desarrollado en los hombres, mientras que ambos hemisferios son idénticos en las mujeres”. Además, contrariamente a lo que sucede con ellos, nosotras utilizamos ambos al tiempo, lo que nos aporta rapidez para asociar ideas.

Otro ejemplo es Jorge Armony  quien advierte que “las mujeres están mejor preparadas para descubrir la infidelidad en sus parejas, pues los cerebros son distintos según el género. Las mujeres tienen mejor memoria emocional y mayor respuesta fisiológica, y por eso detectan en los demás expresiones faciales sutiles”. Esta memoria emocional unida con esa extraña sensibilidad receptiva hacia los sentimientos, actitudes y carácter de los demás forman lo que conocemos como INTUICIÓN FEMENINA. Sin embargo, todo nace de los ojos puesto que las mujeres tenemos cromosomas X, notando esto desde un ejemplo muy claro como la descripción de los colores.

Como consecuencia cuando decimos: ‘ya te lo dije’, no estamos restregando un increíble poder adivinatorio, simplemente demostramos que nuestra habilidad para ‘atar cabos’ es acertada.

Pero hay más. En situaciones emocionalmente significativas, los hombres memorizan la información central y las mujeres prestan más atención a los detalles periféricos”. Así, la intuición femenina se basa también en esa capacidad para percibir las particularidades. Lo que, llevado a la práctica, nos permite contar con multitud de detalles con los que hilar conclusiones bien argumentadas.


“Durante millones de años, hombres y mujeres han vivido en el mismo medio, pero no el mismo tipo de vida. El resultado es una misma especie y dos géneros: el masculino y el femenino”.

La agudeza de los sentidos en nosotras si existe; el hombre oye, la mujer escucha; ellos respiran, nosotras olemos...

Con un ejemplo se entiende. “Desde los tiempos en que el hombre era cazador desarrolló un visión a modo de zoom, de largo alcance para poder detectar la presa, alcanzarla y abatirla. La mujer, en cambio, tenía por misión la defensa constante de su entorno inmediato. Cualquier detalle debía alertarla. Así, desarrolló una visión a modo de gran angular que, de un solo vistazo y sin casi mover los ojos, capta cualquier cambio en su entorno.

Lo mismo ha pasado con los otros sentidos. El hombre oye, la mujer escucha; ellos respiran, nosotras olemos; ellos son resistentes, nosotras sensibles...

“La mayor agudeza de algunos sentidos, en particular el olfato por su poder evocador, añade información adicional para un saber inconsciente que puede ser englobado dentro del concepto de intuición femenina”.

Total que no somos brujas ni incapaces de pensar con lógica. Sencillamente tenemos una sensibilidad especial que completa la capacidad intelectual de las mujeres.

Algunos expertos sostienen que la intuición es una habilidad típicamente femenina porque está ligada a la capacidad de concebir. Según esta teoría, el sexto sentido es una sensibilidad más animal que racional debido a que en su origen servía para asegurar la fortaleza y la supervivencia de nuestras ‘crías’. Pero mientras algunas funciones de este instinto (como basar en el olfato potenciado durante la ovulación la elección del macho más adecuado genéticamente) son irracionales y hoy ni se contemplan, hay otras vigentes.

Educativa y genéticamente somos seres distintos, sin embargo, nos complementamos de manera perfecta. La educación que se nos dio a las mujeres y la que se les dio a los hombres es cóncava y convexa. Nosotras somos hechas para encargarnos de distintas situaciones y ellos para las que faltan.

Publicado por: Jess Ortega Torres