EMPODERARNOS

Buscando la definición de “empoderada”, descubro que resulta ser una fundamental transformación en la mujer de sus conductas. La mujer que logra empoderarse es la que se considera por sí misma un ser independiente, equilibrio que ha adquirido por su esfuerzo a despertar su conciencia por afán de emancipación, crecimiento espiritual y esencialmente para romper finalmente una cultura predominante de sometimiento. 

El despertar de su conciencia le permite ser firme ante sus determinaciones y no aprueba ser influenciada de modo contradictorio por su entorno. Consciente de sus debilidades, domina el poder transmutar esa flaqueza circunstancial en una incipiente fortaleza de su personalidad.

Para definir entonces a una mujer empoderada considero como resultado, que es ser una persona que se siente libre ante adversidades, que ha sabido tomar mayor equilibrio en su conducta, que ha modificado sus disconformidades consigo misma y que ha disciplinado firmeza en su carácter frente a la vida.   Pero cabe la pregunta enigmática: ¿Cómo saber si realmente estamos categóricamente empoderadas?

Personas investigadoras en el estudio de género han llegado a la conclusión que no resulta suficiente decir: ¡Soy una mujer empoderada!, pues cuando realmente se asume “el poder” desde nuestro ser, hay cualidades que se hacen manifiestas y por lo tanto es más fácil identificar a una mujer que ha logrado esa condición.

El poder en sí misma es una cualidad propia de cada persona, forma parte de su carácter por naturaleza y lograr desarrollarlo para un implícito e explícito empoderamiento exige un cambio fundamental de actitudes, modificar sus criterios frente a diversas circunstancias que le exigen una determinación dificultosa, terminar con culturas que la condicionan y
procesar cambios en su comportamiento que demuestran su definida evolución personal. 

Tengo entendido que este término se utilizó durante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, China en el año de 1995 en el cual si bien no pude participar personalmente por problemas económicos por sus altos costos de viaje y estadía, no obstante algunos contactos como La Revista Feminaria cuya directora era Lea Fletcher tuvo la gentileza de llevar mi libro “Diccionario de la discriminación de la mujer en el lenguaje” a la Convención de Naciones Unidas, como así también tuvo el mismo gesto una conocida gremialista enviada a la OIT (Organización Internacional del Trabajo) por su gremio.

En ese Congreso se mencionó como testimonio del gran cambio que se estaba gestando en las mujeres, concretamente en el acceso a la toma de decisiones de forma personal y a ocupar los cargos por elección popular o de jerarquía empresarial, sin duda resultaba un gran paso de mudanza, pues este concepto de empoderamiento nos hace sentir que somos mujeres con poder, no sobre las demás personas sino sobre nosotras mismas.

Dejo expuestas algunas pautas a seguir para conquistar ese “poder” tan vedado en las mujeres y que consigan tener claro el sentido de empoderamiento definitivamente.

Algunas cualidades que se destacan para lograr ser una mujer empoderada

 Ese poder debe aflorar comenzando desde la transformación del interior para así poderlo aplicar en nuestro exterior, es decir, lograr empoderarnos de manera completa tanto en la vida privada, como en la laboral, y aplicarlo en todo sitio que frecuentamos con definición de carácter y renovada autoestima.

Es importante reflexionar y asumir afirmativamente si reúnes algunas de estas particularidades que te transforman en una mujer empoderada, si compruebas que aún no te siente segura, debes trabajar en ciertas actitudes de tu vida interior sobre ese poder oculto que todas poseemos, pero que en ocasiones nos da miedo manifestarlo. Es incuestionable que el mundo te necesita y necesita de más mujeres empoderadas para cambiar ese ecosistema de subordinación e inferioridad a la que hemos sido individualizadas.

Puedo aseverar que sus cambios serán notorios en su carácter frente a la vida. No se comparará con otras mujeres, definirá con su actitud que existen diferencias y que por consiguiente en las capacidades, se amara así misma tomando como norma definitiva que es única y privativa. Sabe muy bien lo importante que es salir de una situación contradictoria y que con lágrimas o con el ánimo debilitado no lo logrará, así que de inmediato buscará la solución y comenzará a sondear alternativas posibles para salir adelante. 

Posteriormente de demostrar el desempoderamiento del lenguaje en mi diccionario y habiendo logrado despertar con otros valores de mi misma, fue consecuencia por descubrir tanta discriminación institucionalizada y académica, esto despertó mi propia evolución que me sirvió para lograr empoderarme, si bien puedo afirmar que mi temperamento ha sido bastante rebelde a la cultura imperante, he tratado siempre de vivir contramandato rompiendo normas que me condenaban y me cosificaban.

Ahora me veo comprometida a transmitir a todas las mujeres que gusten leerme, la contraposición de tanto desempoderamiento imputado en el lenguaje y socialmente como pesada herencia, que nos impedía empoderarnos en definitiva. Las adversidades de lo cotidiano nos ayudan muchas veces a despertar el genio escondido.

Elaborar bien lo que se quiere debe estar enfocado en su dinámica energía para conseguirlo, alentando si es necesario a más mujeres a tener espíritu de lucha en las metas fijadas que se logran sin necesidad de pasar por sobre las demás.

Si el intento de un logro resulta perdido mantienen una buena actitud, porque así como gozan de una victoria, también aprende de las derrotas y esas experiencias siempre buscan transformarla en un aprendizaje positivo.  

Señalar los errores de las demás personas que los propios resulta más viable, así que una mujer empoderada tiene claro que no hay necesidad de evidenciar errores ajenos, porque se centra en mejorar su calidad de vida y sus propósitos, así que evita observaciones innecesarias, en pocas palabras vive y deja vivir. 

Generalmente una falacia inculcada es el de juzgar que la peor enemiga que puede tener una mujer, es otra mujer. Esta contienda de egos y competencia de trivialidades nos enfrenta torpemente. Una mujer empoderada aplica otro concepto, siempre tratará de ayudar a otras mujeres a destacarse porque sabe que no son su absurda competencia, sino que deben aplicar la solidaridad entre ellas.

"Empoderarnos" implica entonces ser dueñas de nuestra propia vida. Es gozar de una libertad absoluta en la toma de decisiones.

Históricamente puedo observar que nuestro poder se encuentra silenciado producto de un lenguaje segregacionista que orienta a la mujer a menoscabar su autoestima y a su potencial confinarlo hasta dejarlo casi inactivo.

En nuestra infancia el entorno donde fuimos creciendo fue el encargado inconscientemente de restringir esa fuerza ilimitada que llevamos dentro. Conceptos del lenguaje heredado por generaciones que fue escasamente evolucionando nos dijeron expresiones de una negatividad absoluta: “Eres mala”, “No te quiero más”, “te portas siempre mal”, “te voy a castigar” y en algunos casos agravios agudos  y subidos de tono como: “no seas torpe”, “cállate o te bajo los dientes”, podemos así citar infinidad de expresiones que nos han descargado como instrumentos bélicos,  ante una contienda de desprestigio constante, etc.

Ninguna de las personas que manifestó esas afirmaciones tenía conciencia que con su lenguaje violento y desmerecedor de personas, enclaustraba al genio interno que todas poseemos en un receptáculo hermético.

Mi exhaustivo estudio sobre el idioma español que llevo a cabo desde hace mucho más de 20 años llego siempre a una misma conclusión, el lenguaje tiene el poder de sepultar la autoestima y el respeto por los demás y de nosotras mismas o de arruinarnos el espacio ilimitado del prestigio y de la felicidad.

Detecté que nuestra mente entonces vive perturbada desde hace mucho tiempo hasta poder lograr estabilizar ese “quien soy en realidad”, porqué nos dijeron tantos epítetos desfavorables que nos impide aclarar nuestros conceptos personales, primero debemos depurar ideas antes de pasar a tomar el control de nuestra voz interior.

Cambiar el lenguaje, limpiado lo más posible todo ese contenido adverso y perverso recibido, comienza a empoderar la vida, esas voces que inmovilizan dominando los cerrojos que abren las puertas de nuestro interior, liberan definitivamente ese preso injustamente sentenciado durante años, hay que romperlo y dejar emerger “Nuestro poder”.

¿Cómo logramos entonces ser una mujer empoderada? No es cuestión de hacer o deshacer, es cuestión de sentir valores nuevos personales y conseguir elevar nuestra autoestima. La mujer logra sus propias metas por adquirir confianza en sí misma y en su capacidad.

Su objetivo es de no ser menos preciada en la sociedad, no ser maltratada, no ser humillada ni violentadas como lo hemos vivido desde hace décadas inmemorables.

La mujer empoderada es fuerte, sensible y tiene un corazón valiente, dispuesto a dar amor pero no permite que la usen, ni hieran o la empequeñezcan.

La violencia de género o sexo tiene muchas trampas que debemos detectar. Resolví transmitir el valor real de la mujer para que no se sienta maltratada, que no permita ser ultrajada a través de un lenguaje insultante.  

Para lograr que se empodere,  debo divulgar que ella tiene valor por sí misma, que ella es importante, que ella es un ser único, que ella no necesita de nadie para ser exitosa, sólo de su confianza en sí misma y en sus capacidades.

La situación cultural ya está voluntariamente cambiando, existen algunas mujeres que se han empoderado, han estudiado, trabajan y tienen sus metas definidas pero para llevar esto a cabo han tenido que exiliarse de su cultura, su país, sus raíces para lograr sus sueños. ¿Es correcto? ¿Ellas hacen bien? Seguramente que sí, su cultura es lo que está en lo incorrecto.

Tú también puedes ser una mujer empoderada. Debes sumarte al cambio para que juntas consigamos cambiar el valor de la mujer en el mundo.

Logremos afianzar el auténtico poder de la mujer empoderada.

©María Cristina Garay Andrade©
Buenos Aires - Argentina