NYMPHOMANÍA:
EL FIN DE LAS MENSAJERAS DE LA DIOSA.
El
uso peyorativo del término ninfomanía surgió ya en la lejana época del Imperio
romano. La patriarcal cultura romana pretendió, casi desde su origen
fundacional, la erradicación de las llamadas Diosas Arcaicas y el desprestigio
de las entidades menores que eran sus mensajeras o la manifestaban en alguno de
sus aspectos. Entre estas antiguas entidades semidivinas se hallaban las
famosas nymphas.
Las
Nymphas (ninfas) se encontraban o moraban por toda la naturaleza, especialmente
en los bosques umbríos, en las fuentes, ríos, lagos, mares, etc. Allá donde se
hallara vegetación virgen o cursos de agua pura se presuponía la presencia de
una o varias ninfas. En ese tiempo ancestral los seres humanos creían ver y
comunicarse con estos bellos seres semidivinos, a los que podían pedir favores
de todo tipo: orientación, salud, amor, adivinación, inspiración, alguna
riqueza, etc. Las ninfas podían comportarse bien o mal según se las tratara y
se consiguiera o no su favor.
Durante
miles de años las ninfas fueron veneradas, se les rendía culto, y se
manifestaban a los humanos, sirviendo de intermediarias con la Diosa de la
Tierra. Pero con el advenimiento nefasto de la cultura del patriarcado comenzó
la negación y destrucción de todo aquello que recordara a las Diosas Arcaicas
(los distintos aspectos ancestrales de la Diosa Madre en cada cultura
pre-patriarcal). En el Mediterráneo y Europa ese momento de cambio de ciclo
culminó con la era del Imperio romano. Las Diosas de la era matriarcal fueron
perseguidas y prohibido su culto. Se las sustituyó por otro tipo de diosas ya
creadas bajo el paradigma patriarcal y estas nuevas diosas fueron las que
popularmente son conocidas como diosas romanas o griegas, surgidas a principios
o mediados del primer milenio antes de Cristo.
En
unas pocas generaciones las Divinidades Arcaicas casi desaparecieron del culto
popular, al menos del oficial, pues fueron proscritas directamente desde las
más altas instancias del poder político (el Estado romano). Su culto fue
totalmente prohibido, muchas veces bajo pena de muerte, y todos sus círculos y
fraternidades de sacerdotisas, pitonisas (pythias), oráculos y sibilas fueron
disueltas, asesinadas o reconvertidas. Nacieron así vestales y otras
sacerdotisas, todas desprovistas del antiguo poder del oráculo (práctica que
les fue férreamente prohibida bajo pena de muerte). Se crearon entonces círculos
de sacerdotes patriarcales (hombres racionales y sobrios: el colegio sacerdotal
de los augures) que ostentaban el monopolio de interpretar a la divinidad, la
patriarcal por supuesto. Las mujeres que practicaban el culto divino fueron
relegadas a ser mudas y castas vestales. Y aquellas que servían a las diosas
del amor, aunque aún pudieran representar sexualmente a esa deidad, se les
prohibió realizar actos de oráculo o adivinación en su nombre.
El
poder del oráculo era casi supremo en aquella época, pues significaba
interpretar directamente los designios de la divinidad. Ese poder debía pasar a
ser exclusivamente potestad de los hombres, de castas o colegios sacerdotales
exclusivamente masculinos, para que la mujer quedara relegada a un papel sumiso
y servil en la nueva sociedad patriarcal.
Sin
embargo, a pesar de esta severa legislación patriarcal y del desposeimiento del
poder sacerdotal y oracular a las mujeres, quedaban por toda la entonces amplia
y rica naturaleza las salvajes e indomables ninfas, unos seres que
podían ser tangibles bajo determinadas circunstancias y que suponían una
posibilidad de comunicación personal y directa con las divinidades arcaicas a
través de dichas mensajeras.
El
siguiente paso de la élite patriarcal consistió en el desprestigio de estos
seres nymphicos, que eran imposibles de perseguir o erradicar de forma directa
al tratarse de entidades preternaturales. No se les podía sustituir por un
nuevo panteón como a las diosas arcaicas, pues las ninfas eran innumerables,
tantas como acuíferos o bosques hubiera en las tierras del ancho Imperio. Así
que se emprendió una turbia política religiosa de desprestigio. Se inventaron
nuevas fábulas mitológicas, donde a partir de ahora las ninfas tendrían
comportamientos censurables o traicioneros y los nuevos dioses patriarcales
(grecorromanos) se verían obligados a castigarlas, mutilarlas o desterrarlas.
En
la nueva mitología las ninfas van perdiendo su virtud y su poder, ya no
representarán además a Diosa Arcaica alguna, ya que Estas en el nuevo paradigma
religioso sencillamente han dejado de existir o han sido transformadas en entes
malvados.
Y
el tercer paso fue desprestigiar directamente a quienes a pesar de todo
persistían en mantener las creencias de veneración, comunicación o culto con el
mundo preternatural de las ninfas. A partir de entonces a todo aquel que
pretendiera comunicar con las ninfas de la naturaleza se le denominaba peyorativamente
nympholeptoi.
Este adjetivo descalificativo implicaba la acusación de tener un signo evidente
de trastorno mental o demencia, o bien una conducta sexual considerada
desviada. Esta expresión descalificadora ha persistido hasta nuestros días con
el término de ninfomanía o ninfomaníaco.
Para
los líderes patriarcales, forjadores de una estricta moral represora de la
sexualidad femenina, las formas de vivenciar y relacionarse con la Divinidad
Arcaica debían ser prohibidas y censuradas. Las mujeres, para ser
verdaderamente sometidas, no puede permitírseles tener ni el poder del oráculo
ni el poder del sexo. Estos quedarán exclusivamente para el uso del género
masculino. Para ello se urdió ese perverso paradigma imperante de que las
mujeres deben sentirse mal con su sexualidad y mal con su poder oracular.
Humillarlas en esos aspectos siempre y siempre estarán psicológicamente sumisas
y sometidas.
La
mística de la Deidad Arcaica se sostenía en dos pilares: la ERÓTICA y la
POÉTICA. Es decir las fuerzas de la vida natural y su expresión en la belleza.
Por el contrario la Deidad Patriarcal se basa en PREMIOS y CASTIGOS,
recompensas futuras de un dios juzgador. ¡¡Sométete al poder religioso
patriarcal y serás premiado, rebélate y serás expulsado hacia un lugar de
castigo!!.
La
ERÓTICA no se refiere a vulgar excitación mundana, sino a expresar la fuerza de
la vida en toda su sensualidad y sensorialidad, de una manera cada vez menos
egoica y más elevada. La Diosa es fusión con el mundo material pero bajo un
estado mental creciente en profundidad y claridad. La plenitud, vitalidad y
vigor inagotable del mundo se expresa bajo la dinámica ERÓTICA. Lo contrario es
TÁNATOS, algo que muchos religiosos patriarcales practican.
La
POÉTICA es igualmente imprescindible para alcanzar el estado de conciencia de
la DIOSA, pues carecer de dicha percepción y expresión nos indica que aún nos
hallamos alejados de ese estado de plenitud del Ser. No puede pretenderse estar
en contacto con un nivel de conciencia divino cuando nuestro pensamiento y
emoción es plano y vulgar, carente de belleza o luminosidad.
La
Deidad de la Tierra, la Diosa o Máter Mundi, es ERÓTICA Y POÉTICA, amor y
belleza en el mundo pero bajo un estado de conciencia superior.
Por
eso la original ninfomanía, como sinónimo de alteración o perversión mental, de
las mujeres seguidoras de la Diosa Arcaica no es sino una patraña envenenada de
la cultura patriarcal. Además las Ninfas nunca fueron seres perversos sino una
mitología antigua que pretendía hallar a la Diosa en cada rincón de bosque o de
agua pura. La Naturaleza como templo de la Divinidad. Y cada rincón de belleza
y vida virgen natural era una ocasión de introspección que permitía acceder a
otros planos de realidad y de conciencia.
Las Ninfas
nunca murieron, fuimos nosotros los que destruimos su memoria, sus portales,
sus paraísos naturales de expresión. Ya nadie ofrece nada a las ninfas, ya
nadie las busca, ya nadie cree en ellas, ya nadie espera nada de ellas. La
palabra ninfómana tan sólo expresa ahora a una mujer que ha caído presa de la
locura desenfrenada del sexo. Antaño había otra locura que consistía en romper
el estado de conciencia ordinaria para comunicarse con la realidad
divina.
Los
seres nínficos tan sólo persisten hoy en los cuentos infantiles y en las
fantasías edulcoradas de algunos adultos, como retazos de un acervo psico
religioso y místico perdido. Son la vaga memoria de un tiempo olvidado donde el
ser humano aún se hallaba en comunicación con los niveles profundos de la
naturaleza.
Ahora las representamos de forma caricaturizada pero en aquella
lejana época prepatriarcal las ninfas eran veneradas y respetadas, como
psicoenergías poderosas de la naturaleza, de las que se podía obtener
inspiración, información y la revelación de muchos secretos ocultos a la visión
ordinaria y al entendimiento racional o lógico.
Sólo algunos chamanes de
apartadas selvas o despoblados bosques mantuvieron la tradición y la capacidad
de comunicarse todavía con esas energías nínficas/hádicas para obtener revelación
sobre propiedades secretas del mundo vegetal, sin necesidad de
conocimiento experimental previo. Ellas siguen y seguirán siendo guardianas de
la profunda sabiduría encriptada en cada planta o ser de la naturaleza virgen,
aunque su reino se aleja cada vez más del nuestro.
Las
Ninfas para nosotros, humanos modernos, ya no existen. Ahora tenemos otros
mitos religiosos, otros paradigmas cósmicos. ¿Pero tienen ERÓTICA o POÉTICA o
son simples fabulaciones planas y vulgares, apocalípticas o consoladoras y aduladoras
para nuestras heridas y perdidas psiques, trastornadas en este mundo moderno
fraudulento para el alma?.
Las
ninfas estaban siempre relacionadas con la creatividad artística, pues una de
sus facetas era la de inspirar a los seres humanos. Bajo esa advocación eran
conocidas como Musas. Ellas canalizaban el arte más sublime, desde
los planos de la Diosa hasta el mundo de los humanos. Así siempre se aseguraba,
cuando alguien tenía una gran inspiración en poesía, música, danza, pintura,
literatura... que se hallaba bajo el influjo creativo inspirador de las ninfas
del arte o musas.
Las
ninfas eran divididas en incontables variedades, así por ejemplo tenemos:
dríades (árboles), melíades (fresnos), oceánidas y nereidas (marinas), oréades
(cuevas y montañas), náyades, creneas y pegeas (fuentes), potamides (ríos),
limnades (lagos), etc.
Ninfas
famosas de la literatura grecorromana fueron la ninfa Calipso, que aparece en
la Odisea; Egeria, que inspiró al legendario rey Numa; Lara, castigada por
Júpiter; las Pléyades, cuyo nombre fue atribuido a un grupo estelar;
Hespérides, hijas de Zeus; Eco, castigada por Hera, etc.
En
la cultura celta las ninfas recibían el nombre de hadas y es
por esta famosa denominación como pudo sobrevivir su recuerdo en algunas
tradiciones paganas y populares de Europa durante la Edad Media y en la Era
cristiana, llegando hasta nuestros días.
Ninfas,
hadas, musas... guardianas de la Diosa, sus intermediarias, sus mensajeras...
El mundo racional moderno ya las ha olvidado, aunque su presencia invisible
puede aún acompañar benéficamente a ciertos humanos.
Ahora,
donde sólo queda la religión patriarcal fundamentalista o la ciencia racional,
metódica y materialista, estos antiguos seres preternaturales que manifiestan a
la Diosa Arcaica tienen vedado el puente de acceso a la psique humana. No hay
cabida para ellas en nuestro paradigma moderno de la realidad. Sería preciso
transformar y renovar nuestra visión del mundo para volver a entrar en contacto
con el universo perdido y hermoso (POÉTICO y ERÓTICO) de la Divinidad Máter, la
Reina de las Diosas, la Madre Cósmica y Terrestre, cuyo portal ignoto se halla
en las profundidades más remotas de nuestra psique o alma.
Author:
Kababelan
Aporte por: María Cristina Garay Andrade