PRINCIPIO FEMENINO

¿Qué es lo que ha ocurrido con la imagen de la Diosa? ¿Cómo y cuándo desapareció? La conclusión es que el principio femenino, como expresión válida de la unidad de la vida, lleva perdido los últimos 4000 años. Dicho principio se manifiesta en la historia mitológica como la “Diosa”. Hoy en día podría decirse que no hay, formalmente hablando, dimensión femenina alguna de lo divino en la mitología occidental (cristianismo, judaísmo, islam); nuestra mitología está articulada a partir de la imagen de un dios masculino que se sitúa más allá de la creación y que la ordena desde el exterior, en vez de ser inmanente a la misma. El resultado es un desequilibrio entre los principios masculino y femenino, que trae consigo consecuencias fundamentales para la forma en que creamos nuestro mundo y en que vivimos en él.


En la versión católica del cristianismo, María, “la virgen”, “reina del cielo”, se reviste de muchas de las antiguas imágenes de la Diosa, exceptuando una: no es “reina de la tierra”, y esto es significativo. La tierra y la creación entera se componían de la misma sustancia de la Diosa y nuestra imagen mítica de la tierra ha perdido esa dimensión.

A pesar de la desvalorización que ha sufrido el degradado mito de la Diosa, nunca desapareció, sino que continuó a lo largo de los siglos existiendo de manera oculta, escondido bajo imágenes a las que, especialmente en la tradición judeocristiana, no se permitió su expresión. Al ser contrario a la doctrina formal, su acción tuvo que ser necesariamente indirecta, como la de cualquier actitud que no llega a ser plenamente consciente.
Pero siendo el principio femenino un aspecto de la conciencia humana que no puede ni debe ser erradicado, es necesario, por lo tanto, devolverlo a la consciencia y restaurarlo a una situación de plena complementariedad para con el principio masculino, si se quiere alcanzar un equilibrio armónico entre estas dos formas esenciales de experimentar la vida.

¿Dónde se encuentra hoy el mito de la diosa?: Sorprendentemente, en el punto bajo de un proceso cultural que nos ha conducido al callejón sin salida del materialismo científico, del nihilismo religioso y el empobrecimiento espiritual, la Diosa resurge en cuanto volvemos la mirada hacia los descubrimientos de las “nuevas ciencias”. Es como si el antiguo mito emergiese, bajo una nueva forma; no como la imagen personalizada de una deidad femenina, sino como lo que dicha imagen representaba: una visión de la vida como un todo sagrado. Los físicos afirman, que en términos de la física subatómica, el universo solo puede entenderse como un todo.

Puede también percibirse el mito de la Diosa en los intentos de muchas personas y movimientos sociales de vivir de una forma nueva, permitiendo que afloren sus sentimientos de participación con la tierra y se expresen en la forma que se relacionan con ella y en el cuidado de sus recursos naturales; siendo conscientes de la necesidad de entender el mundo como unidad.

Reivindicando el principio femenino como uno de los polos fundamentales del Cosmos, se va creando una nueva sensibilidad que a la larga puede modificar profundamente los valores de nuestra civilización. No se trata sólo de una equiparación de derechos y oportunidades entre los dos sexos, sino de una auténtica transformación de la conciencia tanto para los hombres como para las mujeres. Se trata de tomar consciencia del principio femenino de la psique, integrarlo y armonizarlo con el principio masculino, entendiendo el binomio femenino-masculino, como el par de opuestos complementarios, cuya síntesis parece ser un requisito imprescindible para la evolución de la humanidad.

La Diosa regresa. Negada y reprimida durante miles de años, aparece en un momento de extrema necesidad, donde la violencia de nuestra sociedad amenaza con aplastarnos y la propia Madre Tierra ha sido maltratada hasta el límite de su resistencia.

Fuentes:
El mito de la diosa, Anne Baring y  Jules Cashford. Siruela, 2005
El mito del análisis, James Hillman. Siruela, 1992.