DESEMPODERAMIENTO
Definitivamente en el lenguaje
ocurre algo amenazador, una constante declinación de la palabra hablada en
todos sus registros y niveles aplicada en la conversación usual y corriente
hace al empobrecimiento de la lengua, su argumento se basa por lo general en
una constante aplicación incorrecta del significado real de cada voz destinada a una acepción.
Con las acostumbrados dichos desempoderantes
y vulgaridades en los diálogos implementados desde hace algunos años en los
medios de difusión o información masiva, las que somos más observadoras del
contenido, vemos cómo se va deteriorando y deformando muy aceleradamente todo
lo ilustrativo, cultural, educativo y en especial lo referente a la figura de una
mujer.
En mi país estos medios funestos con
mayor frecuencia están empecinados en mostrar un estereotipo femenino degradado, lastimosamente asexuado y ninguneado gravemente. La era siliconada les ha servido para tales fines puesto que es
mucho más desinhibido mostrar una prótesis mamaria lujuriante que una real
dotada por naturaleza, la pérdida de pudor y la vergüenza es en cierta forma la
consecuencia de tantos diferentes implantes artificiales que convierte a
cualquier ser humana/o en un desborde de promiscua sexualidad de plástico.
Lamentable a este destape
exhibicionista no hay quien se atreva a poner límites, porque parece ser que
decirles “señores esto no va más” atentaría contra una supuesta democracia que
si bien la palabra es de género femenino, no por eso deben violentarla y ultrajarla
de esta forma. Democracia es también discrepar, debatir, respeto por
las personas que piensan diferente, sin intentar imposiciones o autoritarismo por considerar tener una verdad absoluta.
Si prestamos especial atención cuando
pasamos unas horas mirando televisión o escuchando radio, podemos observar una
grotesca figura llamada mujer a la cual se la expone con una cantidad
importante y avasalladora de temas que solo sirven muchas veces para ocupar
nuestra inteligencia con cosas intrascendentes.
Como es proveniente de un cultura discriminatoria y de
conocimiento público, estos temas son casi siempre reiterativos: cocina,
manualidades, moda, tituras, electrodomésticos, cuidado de niños, pulcritud en el aseo hogareño o simplemente especial hermoso objeto sicalíptico
con exagerado estereotipo sexual. Esto es consecuencia de los que crean con su
demanda el trillado mercado consumista y resultan ser precisamente “de los varones
para los varones” y lo que se asume con este brutal malentendido es que las
mujeres somos meramente un vulgar sexo expuesto a ser objeto de los deseos promiscuos del varón, insustanciales o sencillamente máquinas
de consumo sin pensamientos ni criterio propio y muchísimo menos principios
morales, valores o ética. Las mujeres no somos en su mayoría lo que ellos están empeñados
en demostrar y ahí se llevan la gran sorpresa.
Este sistema de dominio y control
masculino en nuestra sociedad, llámese patriarcado y en todas las sociedades del mundo es tan obvio,
que cabe la pregunta ¿Por qué nunca ha sido reconocido o discutido
abiertamente? Presiento que en parte se debe a que si se diera este
reconocimiento o se plantea esta discusión sin reservas, todo se convertiría
en una situación extremadamente peligrosa y fuera de control para la supremacía del dominio masculino.
Por lo general la arcaica cultura
nunca pone en tela de juicio sus fundamentos básicos, ni sus más gravosos
apasionamientos y aceptar esta opresión vernácula promovería una gran
transformación en la cultura y por su consecuencia estructuras sociales
redimidas a un nuevo sistema de humanidad compartido, medios y formas de vida, religión,
educación, formación, toma de conciencia, etc.
¿Por qué nadie señala que desde
siempre los hombres (varones) han controlado y controlan el lenguaje? Sostener
que para cada mujer que insiste en lograr su plena condición humana significa
asumir una lluvia copiosa de epítetos adicionales que nos encierran en un
laberinto sin salida a “ser personas” con igualdad de derechos, nos abisma en
el mundo de decadencia, falta de autonomía, baja autoestima y subestimación femenina si comparamos con lo masculino. Pero en la actualidad el
desacuerdo en la mujer a este sistema está con fuerte desplazamiento de cambio.
La intolerancia a tanta
agresividad verbal está dando como notorio resultado nuestra propia reacción. A ningún ser humana/o le agrada recibir
insultos gratuitamente, no podemos tolerar más que nos ofendan permanentemente
condenando nuestra condición sexual sumamente diferente a la masculina, actitud o comportamiento espontáneo con un
sinnúmero de terminologías sobrecargadas para cada caso o cada circunstancia
con una connotación execrable.
Como lo demuestra la historia más
remota, las mujeres somos lo más antediluviano en la humanidad con mayor
opresión y discriminación tolerada en todas las culturas y su dominación data
según algunos criterios desde la desaparición de la primitiva sociedad comunal
y el comienzo de la propiedad privada, pero no se trata hoy en día perder
nuestra identidad para adquirir derechos, sino tratar de compartir lo que el
varón posee, el mundo de las posibilidades humanas y el respeto mutuo.
Le preguntaron a Platón en cierta
oportunidad, que sería lo primero que haría para reformar el Estado y Platón
respondió “Lo primero que haría es reformar el lenguaje”.
Creo con absoluta certeza que es
aplicable a la formación de una sociedad acrecentando valores y que en este
concepto radica una principal contrariedad cuestionada y al mismo tiempo sería en
parte el comienzo de un inmediato desenlace positivo para el reconocimiento de
la persona-mujer.
Al realizar esta investigación,
que aún no me deja salir del asombro y que me tiene atrapada tratando de plasmarla
más detalladamente, resulta muy difícil imaginar a una persona mujer completa, por
el contrario, que vacía y degradante es la imagen femenina que inunda nuestra
cultura producto del lenguaje vigente que nos afecta a todas/os.
Como lo veremos posteriormente
ampliamente documentado, las mujeres gozamos de un lenguaje adicional y cabe entonces la pregunta: ¿Por qué, a qué se debe esa segregación?
Si lográramos algún día poder
participar muy activamente en su reforma revirtiendo y suprimiendo el
desequilibrio existente en la palabra que nos convierte en seres extraños, inentendibles, repudiables y de uso descartable, obtendremos el resultado fundamentando que eliminando
la causa por consecuencia eliminaremos el efecto.
Es menester aclarar que en esta
situación, no se pretende exaltar el lenguaje etimológico o semántico, por el
contrario sobre un total de 2.800.000 artículos que contienen los 7 tomos de
Diccionario Enciclopédico Ilustrado (Barcelona)
extraje aproximadamente 10.000 voces que nada tienen que ver con su origen o su
significado. Etimología y semántica no están en juego, se trata únicamente de probar con los sucesivos ejemplos su
aplicación diferente que da como resultado el concreto y discriminatorio testimonio hacia
la mujer a diferencia del varón en todas sus escalas de valores.
El sexo es sucio, perverso,
denigrante, es algo que tienen las mujeres y que de alguna forma pervierte al
hombre, ya que esto se demuestra con una recopilación superior a los 1.500 términos
aplicados en todos los países hispanos parlantes que lo dejan a entender por su
significado de prostituta, manceba, tríbada o alcahueta. Los hombres no son
seres sexuales, son personas, son la humanidad, su misma virilidad los
convierte en especiales individuos valorizados, porque así está muy bien
especificado en el lenguaje escrito, podemos afirmar experimentalmente que el
varón ejerce la prostitución más que la mujer pero a ellos esa circunstancia
los convierte en hombres de mundo y a nosotras en atributo de indignidad. No
podemos afirmar esto como desacertado por la evolución de las grandes
metrópolis, pero cada día se suman más feminicidios y brutales violaciones.
Casi todos los calificativos
específicos femeninos son aplicados en forma improcedente, también cuentan con un
doble mensaje para la mujer que la degradan moralmente, o son deshonrosos
comparativos siempre en detrimento para nosotras y que por mera coincidencia
desde su origen que data desde siglos, siendo registrados todos por la mentalidad
absolutista masculina.
Esta tiránica posición lleva a la
distorsión de la lengua, porque es evidente que preserva la integridad del
varón y gravita seriamente en la negación, ofensa y agresión hacia las personas femeninas. Desde ningún punto de vista una palabra debiera cambiar el
concepto de condición de persona al ser aplicada a los diferentes sexos.
Ejemplo: Hombre público, Mujer pública.
Tomemos conciencia y reconozcamos
que desde el punto de vista masculino, las relaciones sexuales se tornan
necesarias pero malignas y desvalorizadas en una sociedad en que la deshumanización, la explotación, los
asesinatos y la opresión de las mujeres, están profundamente arraigadas en lo
ilustrativo de la cultura. El verdadero enemigo y en esto creo que todas
estamos de acuerdo, es el sexismo y la supremacía masculina.
El conjunto de normas sostenidas
por mujeres dominadas por el miedo y por violencia tanto sea verbal como física
y varones vandálicos e institucionalizadas por la sociedad a través del
lenguaje oral y escrito, hacen al enigma en cuestión, la evidencia más
clara de la presión que venimos poniendo en práctica para una mutación, ya no más
sexo para el varón saludable y para la mujer condenable.
Debemos darnos cuenta de que el
amor, el respeto por la vida, la inteligencia y libertad, básicamente son cualidades
humanas y ser varón o mujer no es un factor de suerte o algo circunstancial
bueno o malo puesto que esto se encasilla de esta forma por el lenguaje de
culturas estériles, es una de las “dos” únicas formas de “ser persona”, sin determinar la elección que decidimos personificar.
Probablemente al principio se sorprenden y muestran signos de tener que pensar todo de nuevo, pero el origen
del rumor es la falta de información clara y creo que al erudito diccionario le
falta incorporar este tipo de información, por tal motivo rumorea en forma
bastante indecorosa bajo su criterio lo que es una mujer, omitió agregar que
fuera del concepto de endemoniado y condenable sexo con el cual nos
reproducimos, la mujer es “otra yo” en la humanidad común, es persona.
Una palabra debe ser precisa en su
expresión, insisto, una idéntica terminología no debe estar supeditada al sexo
para determinar el concepto de calidad de persona, sino a otro juicio de
valores más reales y discutibles pero exactamente iguales para ambos
integrantes de la humanidad, porqué de
esta forma lograríamos evitar inclinaciones segregacionistas de sexos que nos
afecta en este caso como personas femeninas.
Con esta inédita extracción de
voces, vemos a ciencia cierta cómo quedan al descubierto las siguientes
conclusiones pero antes de abocarnos a las mismas me gustaría que tengan
presentes unas palabras que nos sirvan de reflexión:
“Reivindico a la Diosa de su poderío verdadero y le solicito nos genere suficiente coraje para cambiar
lo que pueda ser cambiado, paciencia para soportar lo que no pueda ser cambiado
y sabiduría para distinguir la diferencia”.
©María Cristina Garay Andrade©