RENACER
Desperté una
mañana con el cálido reflejo de un sol tempranero que interrumpió mi sueño de
improviso. Al salto rutinario de la cama aún medio dormida buscando a tientas las
pantuflas, quedé frente al espejo contemplándome.
Una extraña
sensación de helarme la sangre me obligó a ubicar la mirada frente a quien
era "esa" que permanecía delante de mí tan idéntica como diferente.
Cautivada por
el desconcierto, le pregunté con voz trémula: -¿Quién eres?, pues resultas ser
una revelación análoga de mi persona física.-
Respondió
segura:
-¡Vos! ¿Te cabe cierta duda todavía?-
De un primer
intento quise destrozar en mil pedazos ese cristal acusador de verdades adelantadas
y sorprendentes que me obligarían a caminar de una forma muy diferente sobre
una ilustración femenina atada a condicionamientos culturales desempoderantes
de su primitiva autoestima.
Por mas
propósito de involucionar todo hubiera resultado en vano, la mutación ya estaba
consumada y en mi interior una voz nueva hablaba un lenguaje de crecimiento enigmático.
El desafío era
definitivo y debía asumirlo sin cuestionamiento alguno, había buscado
afanosamente durante mucho tiempo encontrarme conmigo misma.
En esa noche
sin tiempo cronológico transcurrió mi
vida en un instante o quizás eran la suma de incontables instantes inquietantes
que salían a la luz para transformarse en nuevo despertar como persona
restituida de viejos prejuicios.
Como un inspirado
pintor que con arte creativo matiza las huellas de una peregrina transitando
por un incierto pasaje hacia la luz de la verdad, así mismo mis años, al igual
que él, habían pintado los surcos de su existencia en mi rostro y en mi clarividencia, combinadas reformas de experiencia… Sentí entonces un inmenso placer de ser…
Como el sonido
de un torrente descontrolado avanzando violentamente las resonancias
despertaron los hondos e implícitos silencios, aturdiendo mis oídos y de una
sola bocanada de repercusiones, al grito desgarrador, logré decir de mi sexualidad en
voz alta prodigiosamente ¡soy una mujer renacida!.
El sudor frío que
corría por mi cara entremezclado con lágrimas, fijó el momento de transmutación.
Había logrado
parirme a mí misma en un flamante cambio fortaleciendo mi identidad femenina y
al mismo tiempo había parido lo semejante a un hijo por su tiempo de original gestación,
resultando ser como corolario un tratado de discriminación de la mujer en el
lenguaje. ¡Brutal
parto múltiple!...
Cosa extraña
las palabras que involucran insospechada revelación al sondearlas en
profundidad, implica nuevamente nacer, sin dejar de ser, o mejor dicho
"renacer" sumada a una maternidad literaria de improviso.
El desconcierto
sublime que da el misterio sorprendente forjó a aventurarme y acunar entre mis
brazos a mi pequeño hijo literario inconcebiblemente multiplicado por dos mil ejemplares, y estrechándolo sensiblemente
contra mi pecho que latía emotivamente acompasado, sentí mi infecunda y
floreciente vida proyectada hacia la inagotable alternativa de cambio.
Doy fe del
dolor que origina el desarraigo, la metamorfosis de dejar atrás una cultura
opresiva, además de todas las costumbres transmitidas por generaciones de sumisión
y ataduras testamentarias, de absurda inferioridad narrada en la creación de la
jerarquía humana e históricamente obligada a ser mentalmente un trozo óseo de un abdomen ajeno.
Esta engañifa la
transformé en el inconmensurable placer de incorporar una nueva filosofía,
porque todo aquello que concebimos como muerte, vuelve a transformarse y
resulta ser entonces un "bello milagro de una nueva vida".
Increíble
imagen devolvió el espejo, paradigma de evolución que calmó mi sed de conocimiento.
Reinó el sosiego, sobrevino la paz encumbrada de sabiduría, y "esa"
reflejada en idéntica figura, no era otra más que yo misma en el tiempo
evolucionado, en un cúmulo de horas dedicadas al aprendizaje de "ser
persona" desde otros criterios.
Sólo queda
ahora encontrar respuestas a los interrogantes pendientes todavía en nuestros
días:
¿Cómo sería el
mundo si estuviera regido por una cultura compartida y no patriarcal en el que está estructurado?
¿Cómo
sentiríamos el amor en toda su plenitud, despojado de culpas, sin condenas, sin
lazos vinculados a lo pecaminoso?
El amor, tan
solo el bello amor sin rótulos de… el amor, sin tener que ahogar el grito de
decir "te amo" por temor a ser mal interpretado…
Entiéndase que mis años fueron transcurriendo en ese paradigma de sociedad regida por sentencias y hábitos inquebrantables.
Entiéndase que mis años fueron transcurriendo en ese paradigma de sociedad regida por sentencias y hábitos inquebrantables.
Dudar del
sentido, de la orientación y entonces por tal motivo reprimir el expresar espontáneo…
prohibir… callar… ocultar por el temor paralizante que anula los sentidos del
sentir, insensibilizar la vida en el abismo del "no ser en realidad"…
Caminar en
penumbras… al tanteo… como se puede… queriendo cambiar el paso a cada paso y
tropezar involuntariamente con las piedras de la iniciativa a ser una misma…
Asoman rayos de
luz entre las tinieblas de los laberintos bloqueados por rancios diseños
prefijados…
¡¡¡Cuánto
cuesta despojarse de todo esto que falsamente nos disfraza!!!
¡¡¡Que utópica
imaginación la mía de un mundo diferente!!!
¿Cómo sería la sociedad si admitiera el cambio de culturas sin discriminación alguna y realmente lo aplicara?
©María Cristina
Garay Andrade©
Buenos Aires – Argentina