Discriminación en los cuentos infantiles
definen  estereotipos para cada personaje 
sea niña o varón.

Los personajes en los cuentos infantiles llevan implícitos una serie de estereotipos sexistas que diferencian y definen explícitamente la función de cada protagonista de acuerdo a su sexo.

Los intérpretes conforme al papel asignado en los múltiples cuentos, muestra  específicos valores muy acentuados en la diferencia por ser niña o niño, las representaciones y acciones en cada narración infantil son ampliamente definidos por su condición  de género.

Estas características tan marcadas en cada rol del relato, debo enfatizar que las diversas escenas habituales que se llevan a cabo en los juegos por estos mundos de fantasía como una realidad casi imposible de intercambiar los patrones estipulados.

En las niñas, los personajes marcan sus estereotipos como inferiores y sumisos, además  resultan menoscabados en cuanto a género se refiere. A su vez, son asumidos y vistos con normalidad por las niñas y los niños que leen o escuchan estas legendarias historias, tomando con el correr del tiempo todos estos condicionamientos como modelo natural a seguir en la vida real.

Por tanto, podemos enfatizar que los roles determinados como rasgos de personalidad asignados desde la infancia en los juegos interpretados por los cuentos, resultan perfiles emocionales y preceptos individualizados para los distintos personajes, cobrando vida sin disfraces y escenografías en el correr del tiempo.

No voy a hacer una narrativa de los argumentos que ya generalmente conocemos, es mi única intención pretender destacar el protagonismo particular de cada intérprete.

En el caso de los varones adoptan por lo general la figura de un agraciado príncipe en busca de su amor.
Suele representarse como un joven valiente, buen mozo, un héroe por lo general a caballo y con investidura de realeza impactante, recorriendo un frondoso bosque en su misión de encontrar a una futura princesa que por lo general deberá rescatar de su desamparo y para ello, tendrá que luchar contra las fuerzas del mal para conseguirla como premio. Podemos definir entonces el objeto y no el sujeto.

Las princesas de las leyendas son siempre muy bellas, delicadas, humildes, personajes  que tienen poca emancipación y considerable dependencia.

No falta la aparición siempre de alguna contrariedad con una bruja/madrastra, que la envidia o la odia. Se dedica normalmente a los cuidados del hogar y espera a ser rescatada en sueños por un apuesto príncipe, que resulta ser el que viene en camino.

La madrastra vieja malvada y desagradable, presenta habitualmente la destrucción de la familia. Suelen ser personas llenas de odio, rencor y apatía.  El intencional propósito de las madrastras maquinan siempre en su perversidad aprovecharse de las más débiles, discriminando hermanastras de iguales características a su aborrecible progenitora.

La bruja es un ser detestable y repugnante. Simboliza la maldad personificada en una mujer cuya especial desproporción está caracterizada por un afeamiento que causa temor a simple vista. Se dedica a ser la villana que siempre va intenta matar a  la princesa por envidia y por belleza. Normalmente termina destruyéndose por sus propios maleficios. 
  
La niñez en  desamparo  acostumbra a ocuparse de sus hermanos menores. Son seguramente supervivientes de algún hecho nefasto familiar.  Por consiguiente las niñas suelen adquirir el rol de madre y ama de casa, mientras que ellos defienden habitualmente a sus seres queridos de villanos. Por tanto, tenemos dos tipos de héroes: la heroína sumisa y el héroe de protección.

No falta la notoria hada impalpable, volátil,  pero visible, con su famosa varita mágica que todo deseo lo convierte en realidad, casi siempre está representada por una mujer mayor y piadosa. Suele personalizar al amor protector de una madre. Utiliza la magia para proteger a las princesas y a los príncipes contra las malvadas, brujas y demás criaturas perversas, creando de la nada escenarios cambiantes de extremada belleza.

Lo que podemos sacar en claro de todos estos personajes es que las niñas frecuentan los papeles enrolados como amas de casa, madres, domésticas obedientes, personas sometidas de muy baja autoestima.
Si por el contrario le tocara ser el protagonismo de una persona malvada, además de jugar un papel que personifica el equivalente a la emponzoñada crueldad, se representa bajo un aspecto vestida de negro, media jorobada y de fisonomía monstruosa que resulta rechaza por su repugnancia…

Sin embargo, los niños adquieren unas características totalmente diferentes: actúan con valentía, con seguridad, con entereza, con independencia y salen a los campos de batalla para combatir la maldad en un mundo lleno de aventuras y con total hidalguía.

Habiendo expuesto sintéticamente la narrativa de estos cuentos infantiles y teniéndolos  en cuenta, es indudable que resultan ser una herramienta de transmisión cultural de una eficacia considerable.

A través de estas historias, estamos enseñando a la niñez  una serie de especiales valores al igual que unos paradigmas de comportamiento que asimilan de forma sencilla generando estos estereotipos cargados de sexismo.

Lamentablemente el mundo del juguete sigue seleccionando en estereotipos a las niñas con las muñecas Barbie y a los niños con guerras y héroes fantásticos. La tecnología ha logrado un equilibrio que elimina en cierta forma la discriminación, pero sigue expuesta esta situación a través de los juegos cibernéticos donde enseñan a matar, violar, etc.

Las personas adultas  juegan un papel importante para el buen desarrollo de la infancia. Esta clase de historias fantasiosas esconden un mensaje subliminal, esconden una cultura que debe caducar a la brevedad porque realmente no aporta toda la objetividad beneficiosa que debiera, ya que tanto los niños como las niñas deben ser tratadas como personalidades únicas, con características propias, no como personas que reproducen los valores malformados aprendidos e impuestos por la sociedad dogmática.

Para concluir esta primera evaluación me gustaría subrayar que en cualquier parte del mundo encontramos personas con distintas características que enriquecen la diversidad de culturas formativa de nuestro planeta.

Es fundamental para el desarrollo de cada persona que logremos absoluta libertad para decidir y nos permitan  como establecer nuestra personalidad, sin imposiciones ni críticas que impidan el desarrollo de nuestra propia identidad.

©María Cristina Garay Andrade©
Buenos Aires – Argentina