VIOLENCIA

EL ESTIGMA O SEÑAL DE CAÍN
LA VIOLENCIA DE GÉNERO, DE-GENERÓ EN VIOLENCIA

Desde Caín a la actualidad el mundo arroja invariablemente un mismo resultado la disputa por detentar el poder.

Si queremos estudiar la posibilidad de un mundo no violento es preciso que dirijamos la mirada hacia un futuro y no hacia el pasado, pues en el pasado encontraremos históricamente el origen de la cuna de la violencia.

En todas las etapas de las diferentes civilizaciones la violencia fue considerada como una medida social necesaria, argumentando seguridad nacional, política estatal, moralidad oficial, o una bendición divina de liberación.

Podemos aseverar que la violencia es una acción destructiva  hacia múltiples individuos al mismo tiempo o hacia una persona en particular y puede dispararse de varias formas ya sea físicamente o psicológicamente pero la finalidad es la misma aplicar con frenesí el fanatismo de demolición de su autoestima o el exterminio físico del individuo.

Hablar en esta fecha que próxima al 25 de noviembre como día internacional de la violencia hacia la mujer respaldo afirmativamente que la debemos enfocar en una realidad de violencia mucho más generalizada y extendida en todos los ámbitos de la sociedad colectiva.

Sorprendente es la violencia, una depravada cadena indestructible que sobrecargamos desde los tiempos más remotos como costumbre, difícilmente podamos cortar con ella en la medida que el varón no tome otro camino basado en el respeto por la vida misma y renovar valores de su propia esencia que se fundamenten en un generoso porvenir colmado de nobleza, amor en todas sus jerarquías, y que tristemente pareciese estar escribiendo desde una utopía irracional, pero insisto que no hay otro camino que nos lleve a la paz sino modificamos los parámetros en los que nos manejamos en la actualidad, que tienen una connotación de negatividad terminante.  

Los sistemas económicos mundiales están llegando al final de su mezquina efectividad. La acumulación de bienes especialmente financieros por grupúsculos inescrupulosos de acumulación indiscriminada de riquezas, que al final de cuentas son quiméricas, es lo que produce en las sociedades la división insoslayable entre los globalizadores y globalizados, porque de esa globalización de la que tanto nos hablaban no es otra cosa que una vil mentira de los poderosos manejadores del mercado financiero con bolsas repletas de valores monetarios, papeles y metales consecuentes de una brutal pobreza mundial.

Muchos o algunos podrán poner en tela de juicio mis palabras, más aún también puedo aseverar la coincidencia de numerosas personas convencidas que seguro coinciden con este solapado criterio encubiertamente enigmático.

Entre la desconfianza por la pérdida de los capitales acumulados indiscriminadamente o la consecuencia de su propia inseguridad a perder esas exuberantes valoraciones son las que produce el caldo de cultivo de la violencia. Las personas que por resentimiento no toleran vivir en la marginación son conscientes de que ese estado es provocado por los anteriormente mencionados, chupopteros acumuladores de valías en avaricia. Esta es una de las principales consecuencia para desatar un clima de hostilidad generador indiscutiblemente de beligerancia próxima a detonar en un caos de hartazgo natural.

Todo este mundo así estructurado es el que provoca permanente desasosiegos, pánicos, perturbación en los estados de ánimo, exponiendo a la gente que componen esta sociedad belicosa, dejarla al borde de una explosión demográfica de indignación humana y de la cual no sabemos cómo podría terminar realmente su control. Porqué cuando los pueblos se cansan, hacen tronar el escarmiento y es aún peor cuando los pueblos se convierten en masas, son incontrolables tsunamis de violencias humanas.

La deshumanización puede explicar a la perfección la justificación y la propagación de la violencia. 
Terriblemente la atmósfera social está contaminada de pánico, desasosiego, crimen y por consecuencia violencia indiscriminada.

Vivimos lastimosamente en una era detestable contaminada por intemperancias, estados de ánimo  irascibles, por demás coléricos, como una pandemia  potencial y latente en la historia del mundo, dejar de reconocer esto sería una forma de ceguera social temeraria.

Imposible es dejar de ver crueldad en los titulares de los medios de comunicación masiva, periódicos, revistas sensacionalistas, o programas televisivos como la violencia en todas sus diversidades, ocupa siempre  las primeras planas, o noticias estridentemente exageradas de acuerdo a la gravedad que sea considerado el caso.

¿Podemos acaso romper con esas cadenas de eslabones fuertemente enlazados históricamente y encadenados en la sociedad a modo de grifos legendarios como algo común y corriente? Nos hemos acostumbrado a convivir con ellos y  tomarlos como un reglamento de nuestras vidas.

Lamentablemente tenemos como rancia costumbre instaurada socialmente, que se trata de moderar ciertos hechos monstruosos a nivel de resultados de procesos psicológicos individuales y aislados, comúnmente ante estos acontecimientos siempre se trata de encontrar un culpable antes de asumir una situación generalizada. Sabemos muy bien que las guerras no están compuestas por un solo individuo desequilibrado.

La violencia en nuestros días es en sí un tema patéticamente agobiante. Podemos tomar como ejemplo los riegos feroces que corren jovencitas, feminicidios  que se manifiestan a diario. Por más consideraciones de advertencia que se les manifiesten deben estar prevenidas para defenderse de cualquier robo o ataque sexual, así como la brutalidad y violencia que se presenta con frecuencia en calles o edificios utilizados como ratoneras para efectuar cualquier inmoralidad explícita hacia una persona indefensa.

Quienes ejecutan estos actos de crueldades son generalmente alienados por la droga, el alcohol o por la formación impartida por los medios masivos formadores de violencia generalizada implícita, la cual inconscientemente penetra en el inconsciente humano dejando su rastro siniestro de esta es la única forma de coexistir y de convertirse en un brutal lascivo superhéroe misógino desequilibrado.  

Ellos cabe destacar que a su vez han sido expuestos a la estimulación de propagandas de juegos deplorables y diversión que en continuidad e insistentemente se les presentan imágenes violentas en todos los contextos e indumentarias posibles. Ninguna civilización anterior llegó a un grado de brutalidad semejante de enseñanza como la que vivimos actualmente.

De manera que si queremos estudiar la solución para evitar que se frene definitivamente esta sociedad de violencia generalizada para lograr un mundo no-violento es preciso e imperativo que dirijamos la mirada hacia el futuro que pretendemos modificar perentoriamente de ese execrable pasado. Es sin duda dejando atrás definitivamente la barbarie inculcada, con la grave dificultad de limpiar nuestras mentes del retrospectivo tiempo aún vigente y esto no resultará nada factible.

Forjar un mundo nuevo no resultará viable es necesarios deponer mentalidades formadas bajo esos conceptos y despojar sentimientos negativos creados para fomentar la cultura del odio, rencor, sed de venganzas, furias, antipatías, hostilidad, humillaciones jamás superadas, envidias y racismo colmados de animadversión  viciosa.

Resulta ficticio verdad pero no hay alternativa alguna que no se logre esa consecuencia si pretendemos un mundo realmente de paz.

Ya no nos resulta posible hablar de violencia hacia la mujer con exclusividad. La violencia se ha convertido en una característica de convivencia masiva que podemos vislumbrar con solo detenernos por pocos instantes en la rutina diaria como peatones de paso sin intervención en las escaramuzas comunes y diarias que en muchos casos resultan  motivos realmente intrascendentes fuera de pretextos embarazosos.

Cabe aclarar en este tema de tanta magnitud, que la niñez no está dotada de una mentalidad destructiva, pero la industria de los juguetes hacen todo lo posible para que la adquieran, en lo que simplifica su mensaje que el asesinato es divertido y la guerra un placer, solo con observar en los videojuegos.

Estoy convencida que si las suculentas sumas de dinero que se emplean en todo el mundo para armamentos de guerras se aplicaran en regiones azotadas por el hambre y la pobreza en sus peores formas, muchos de estos flagelos se eliminarían definitivamente.

Inclusive pequeños gastos servirían para aliviar muchas de estas necesidades. ¿Pero cómo cambiar esta cultura de destrucción masiva? ¿Cómo hacerle entender al hombre impío que los fines de inversión planetaria pueden aplicarse de otra forma más humana? Y mucho más al servicio de toda la humanidad misma!!!

¿Cómo hacer entrar en razones a estas bestias andariegas?

Matar a no combatientes incluyendo mujeres y niños se ha convertido en una práctica común y corriente y de por más perversa y sádica, los civiles nos hemos convertido en el blanco principal de cualquier controversia bélica y seremos quienes suframos mayor número de indefinidas muertes.

El eslabón de la violencia generalizada reúne un sinfín de escenarios, por ejemplo podemos citar el trabajo de esclavos que tiene una monstruosa importancia como medio de matar personas por agotamiento, explotación de niños por debilidad resultan solamente como métodos para obtener ganancias económicas a costa de la vida misma.

No se trata entonces de un problema exclusivamente de vidas expuestas a la muerte casi segura sino también a que esas muertes den como consecuencia utilidades comerciales.

La gente superflua, los inadecuados, los improductivos, los pacientes con enfermedades mentales en grados graves,  lisiados, mutilados, los indeseables, todo este cuadro se comprende como la mejor identificación y la exterminación del débil.

Los "hombres" que representan a los diferentes dioses culturales patriarcales y hablan en su nombre justifican la opresión, la desigualdad y la sumisión argumentando en pocas palabras: "dios así lo habrá querido", este pobre dios siempre carga con el salvajismo de todas las culpas internacionales no asumidas...

Ellos los poseedores de un gran poder y prosperidad, llenan la mente de los niños con una corriente interminable de imágenes de violencias a menudo atractivas y siempre excitantes.

Si se quisiera hacer una lista de todas las variedades de métodos de asesinar, torturar, herir, matar o violar no se encontraría un repertorio más completo que el que presenta los medios modernos de comunicación de masas y en especial la televisión.

En consecuencia a todos estos resumidos antecedentes hablar de violencia  hacia la mujer resulta corolario de la vida cotidiana.

Sintéticamente la cantidad habitual de feminicidios que se incrementan en progreso continuo, se presentan bajo la brutalidad, la tortura, el sadismo, la conexión entre la crueldad y la sexualidad, la debilidad frente a la brutalidad, enfrentadas ante la indefensión de de leyes establecida por los estados de gobierno y una justicia amparadora insuficiente ausentes de estos contextos, resultan ser las nefastas consecuencias.

Como manifesté anteriormente, la violencia es presentada en la pantalla de televisión como  método o forma de vida normal y corriente. Por lo general la representación del hombre resulta violenta y victoriosa. El culto al héroe es un fenómeno natural y se ha convertido por consecuencia en el culto a la violencia más inhumana y en algunos casos por divertimento a la humillación como el bullying que lleva hasta el suicidio por intolerante.

Es necesario que la civilización supere una parte de la narración mitológica de la humanidad, el hombre debe quitarse ese Estigma o Señal de Caín que lo condena a ser violento históricamente por naturaleza.

Los niños nacen desconociendo la existencia del mundo exterior maléfico y colérico.
La violencia se le ha incorporado culturalmente por su anatomía.

©María Cristina Garay Andrade©
Buenos Aires - Argentina