LA MUJER QUE SOY

©Victoria Lucía Aristizábal©
Colombia


En absoluta libertad me quiero, por parte de mi esencia, sin barrera, con un cielo azul, a campo abierto y compañera de quién busca fructíferos senderos. Sin acta o bendición, en tono austero soy marco que no se quiebra, aunque frágil en mi era, soy la esperanza que de lo mejor espera, juzgando cada sueño verdadero. Soy Alfarera del alma, me moldeo con la palabra gentil que, día a día, me roza, me suaviza, y se vacía dentro de mí cuando es ya mi idea.

Me he hecho ánfora y burbujeo con mi mente en mi interior; soy mía y no soy de nadie a la vez; no hay lejanía cuando conocer a los demás es mi tarea. Por mis obras me juzgo, y mi conciencia tiene la antigüedad de mi apellido; estoy desnuda, porque del bien yo fui nacida, y el llanto fue mi única elocuencia no por tristeza sino por la fluidez que el alma brota cuando me siento del dolor presa.

Soy hija de mis actos, definida por mi propio quehacer, no transmitida por arbitrarias fórmulas de herencia. Soy mujer, inefable estimulante, que percuto mis fibras más secretas, y en bravío rasgueo me interpreto como guitarra mágica, vibrante. No preciso de fórmulas; bastante son ya mis danzas blandas, indiscretas, para hacerme saltar en corcovetas con la escasa cordura cuando soy amante. Me enorgullece el rango, la nobleza que de mis antecesores he heredado. Adquirida de ese gran significado que le da a mi género la grandeza.

¿Cuál ha sido mi bélica proeza, mi galardón científico, el dechado que mi obra artística me ha legado? ¿Serán mis aprendizajes mi firmeza? La gloria no se hereda, se fabrica, es el propio quehacer que certifica mi autenticidad, mi abolengo. Mujeres hay para vivir vestidas, con esa belleza que todos juzgan tenerla y, con franqueza, tal vez nunca la vieron en sus vidas. Hay belleza de piel, cuyas medidas no cruzan el dintel de la corteza; y la hay de intimidad, de gentileza, emergiendo entre ideas encendidas. Soy tan bella como me concibo, que es más de lo que veo en el espejo y lo que ven mis ojos. No emparejo mi imagen con ninguna que percibo porque soy única, singular, una huella que tallada en mi impronta nadie ha de juzgar.

Soy hija de La Madre, y en mi mente brilla una chispa de su luz que añora la recia voz que en la primera aurora improvisó este mundo, de repente. Casi como diosa, la simiente visionaria, a la vez que creadora, reside aún en mí, y atesora la capacidad de gestación ingente. A cada cual incumbe replantarla, cuidar su progresión, multiplicarla, y parir este mundo concebido. No será con palabra milagrosa, más si con visión y agenda laboriosa, que para esa aventura he nacido.

No me desvelo en dar explicaciones de cuanto realizo, induzco o digo; expreso mis ideas y emociones como nacen de mí. Si no consigo mi aceptación o acuerdo, no prosigo; sabiendo respetar mis convicciones. Si no alcanzo mi meta, doy otro paso, que un traspiés no es desplome ni agonía. Miro la luz, triunfante a mediodía y jamás hundida en la derrota del ocaso. No veo el anochecer como fracaso, y vuelvo al despertar del nuevo día. Siempre habrá un accidente, una avería, más nunca será el fin, sólo un retraso. Obstáculos habrá, y adversidades, que si han de provocar ansiedades, no me cargan nunca de grilletes porque dispuesta estoy a liberarme de toda prisión que intente frenarme.

No es la dicha una meta en la distancia, que ambiciono alcanzar un día, más la visión que a mi fe se alía, y el paso a paso en cada circunstancia. Más que obtenerla, se hace en cada instancia, es la senda y la euforia que me guía; la voy construyendo, es profecía que se va consumando en trashumancia. La vista está en el fin, siempre lejano, más conmigo van el pie y la mano, fraguando la ventura del momento. No hay más felicidad que ésta de ahora; la otra es ensoñación ofuscadora, inasequible luz del firmamento. Yo me cuento mi cuento, el que quiero vivir porque así decido, soy esa mujer que se realiza y en compromiso formal con la vida se revisa y pacta continuar en su evolución porque muchas lecciones he aprendido de mi propia vida, si en los deslices del ayer reincido, combato otra vez las viejas lides con otra estrategia no fallida. Si en las derrotas la sangrante herida nubló mi porvenir, ¿por qué decido reeditar el combate? Nunca olvido cuanto dolor deja la herida. La historia me enseña y aprendo cuando ya en el barullo no me pierdo ante una esperanza engañadora. No me califico como mujer de las mejores, más si de esas que no cometen más errores. Soy una nueva mujer que con fortaleza me dignifico!

Me complace ser esa mujer que soy y miro en tantas, me asombra el quehacer de muchas que engalana este mundo que prospera o aquellas que deciden estar a la vera del cuidado de todos los que le necesitan porque decir mujer es decir compasión, apoyo, servicio, entrega, dádiva, abrigo, es la mujer la que tiene sus brazos bien abiertos que se cierran cuando cuidan a quién necesita de esa mágica querencia sanadora. Mujer querida y abrigadora, mujer que sonríe y el mundo a sus pies se rinde cuando en esa sonrisa el alma se dibuja con su transparencia, con su confianza abierta para comprender, para estar dispuesta a escuchar y a compartir. Mujer magnífica que en su arte se expresa, que en su liderazgo muestra su carácter, que en su sensibilidad es expresión contagiosa y prodigiosa con esa esencia maternal que le acompaña. Bendita seas mujer como dama, como madre, como líder, como compañera, con tu feminidad eres delicadeza que se afianza en el amor que con tu ternura recreas.